Por @Wicho — 22 de septiembre de 2022

Hasta hace unos minutos nunca había oído hablar de las gotas del príncipe Ruperto. O al menos que yo recuerde. Se crean dejando caer vidrio fundido en agua fría. Eso crea unas gotas con forma de renacuajo, con una cola larga y fina. Y son durísimas. Aunque a la vez son fragilísimas. Todo depende dónde las golpees.

El «cuerpo» de la gota aguanta lo que le eches. Es más resistente que el titanio, el wolframio, un diamante, el carburo de wolframio, o un raíl, como se puede ver en este vídeo:

Aunque basta con que se rompa la cola para que la gota se desintegre. Destin, de Smarter Every Day, lo explica en el vídeo de arriba: al echar el vidrio en el agua la capa exterior se enfría y solidifica inmediatamente, mientras que el vidrio de las capas interiores tarda algo más en enfriarse. Al hacerlo se contrae hacia dentro y tira de las capas exteriores hacia dentro porque no puede ir hacia otro sitio. Eso lo hace más duro, igual que un arco, que se hace más resistente cuando un peso lo comprime.

Pero al mismo tiempo esa contracción produce una gran tensión a lo largo de la gota. Y si la cola se rompe esa tensión se libera de repente y es lo que pulveriza la gota. Tan de repente que la destrucción de la gota se produce a casi 6.000 kilómetros por hora.

Por eso durante mucho tiempo no tuvimos una explicación realmente buena de lo que pasaba con estas gotas; sólo la aparición de cámaras de alta velocidad permitió comprobar cómo se desintegraban y medir a qué velocidad lo hacen.

Física, bitches, pero fascinante.

(Vía Nao Casanova).

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