Por @Wicho — 6 de julio de 2022

Después de un parón de cuatro años, la tercera y mejorada versión del Gran Colisionador de Hadrones (LHC por su siglas en inglés) acaba de empezar a «acer la cencia», provocando colisiones de partículas a 13,6 teraelectronvoltios (TeV) y recogiendo los datos que generan.

El LHC es casi con toda seguridad el instrumento científico más sofisticado que hayamos construido nunca. Pero su método de funcionamiento es un tanto «picapiedresco»: para ver de qué está hecha la materia la hace chocar y estudia los restos del choque. Cuanta más fuerza en los choques, mayor es el destrozo, lo que abre la posibilidad de descubrir partículas nunca vistas antes.

Algunas quizás ya hayan sido teorizadas, como fue el caso del bosón de Higgs, al que el LHC permitió detectar 50 años después de que fuera imaginado. Pero otras no, lo que ayudará a refinar nuestro conocimiento del universo. Esta misma semana, por ejemplo, se anunciaba el descubrimiento de tres nuevas partículas que pueden ayudar a entender cómo se unen los quarks, aunque con datos obenidos en la anterior tanda de colisiones.

Entre 2009 y 2013 el LHC alcanzaba una energía máxima en las colisiones de 7 TeV. Entre 2015 y 2018, tras dos años de mejoras, pasó a alcanzar los 13 TeV. Y ahora está en los 13,6 TeV. Pero además se ha aumentado su luminosidad –podemos pensar en ella como en la cantidad de colisiones que produce por segundo– en un factor de 10 sobre el valor anterior. Así que puedeo btenrer muchos más datos en el mismo tiempo. Tanto la nueva energía que alcanzan las colisiones como la luminosidad están por encima de las especificaciones de diseño originales.

De hecho se espera que en esta tercera tanda de recogida de datos, que en principio va a durar hasta 2026, recoja más datos que en las dos anteriores juntas. Para ello es necesario un impresionante sistema informático que también ha sido mejorado en esta parada.

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