La gente de SpaceX sigue trabajando en la tecnología necesaria para que cuando se lanza un cohete con la ayuda de propulsores auxiliares estos puedan volver por sus propios medios a la base sin que tengan que caer en el océano o destrozarse en la atmósfera.
Esto no es sencillo y para ello hay que instalar los correspondientes sensores y sistemas de guiado, que añaden peso y complejidad al sistema aunque a cambio suponen un ahorro.
El Grasshopper –Saltamontes– es la plataforma sobre la que están haciendo estas pruebas, y el pasado 4 de julio realizó un nuevo vuelo de prueba, alcanzando una altura máxima de 325 metros.
Llevaba además más sensores que en vuelos anteriores, por lo que el aterrizaje fue aún más preciso que en estos; se ve como aterriza exactamente, o casi, en el mismo sitio del que despega.
El vídeo mola aún más de lo habitual porque en lugar de una toma desde tierra se ve todo desde arriba porque está grabado desde un hexacóptero.
(Vía Bad Astronomy y @elonmusk).