Una de las preguntas que más a menudo recibe Brainac75 –un aficionado a la ciencia danés– en su canal dedicado a los imanes es cuánto afecta la fuerza magnética de los imanes al hierro que tenemos en la sangre. A la gente le interesa esto más que nada porque es habitual ver gigantescos y superpoderosos imanes moviendo objetos, ferrofluidos, cerillas y otros objetos. Así que, dado que sabemos que nuestra sangre contiene hierro: ¿Resulta peligroso para las personas? ¿Depende de la potencia del imán?
La respuesta es que los imanes no son peligrosos para los humanos debido a su interacción con el hierro que contiene la sangre, incluso en el caso de los imanes superconductores o los potentes imanes que hay en los escáneres médicos de imagen por resonancia magnética (IRM).
El vídeo lo explica con todo detalle, y resulta altamente interesante: básicamente el hierro que tenemos en la sangre no está en forma de partículas sólidas aisladas, sino que forma parte de las moléculas de la hemoglobina. La mitad de la sangre es básicamente agua y el resto otros componentes, incluyendo hemoblogobia – que le proporciona el característico color rojo.
En cada litro de sangre hay unos 150 gramos de hemoglobina en total. Cada molécula de hemoglobina se compone de 2952 átomos de carbono, 4664 de hidrógeno, 832 de oxígeno, 812 de nitrógeno, 8 de azufre y 4 de hierro. Así que hay muy pocos átomos de hierro. De hecho se puede calcular que una persona tiene más o menos unos 4 gramos de hierro en todo el cuerpo: unos 2,5 gramos en la sangre y el resto en otros lugares. Aun así, ¿afectan los imanes a ese hierro?
Utilizando sangre auténtica encargada al carnicero y un superimán de neodimio de 12 kilos (!) nuestro amigo danés comprueba que aunque acercándolo a un cubo con varios litros «no se observa movimientos» el imán sí que repele la sangre que flota en un vaso sobre el agua – un método común para detectar pequeñísimas fuerzas de atracción o repulsión. ¿No afectaría esto igualmente a la sangre de una persona?
La cuestión es que la sangre de la prueba no está oxigenada al no estar «en funcionamiento»; la misión de la hemoglobina es precisamente transportar oxígeno pero aquí no está en un cuerpo vivo. En esa forma es básicamente hemoglobina reducida (desoxihemoglobina) que contiene los 4 átomos libres de hierro mencionados, que pueden verse afectados por la fuerza magnética. La hemoglobina oxigenada del cuerpo humano vivo, en cambio, no tiene esos átomos libres (la mayor parte del tiempo) de modo que no sufre ese efecto.
Más concretamente, en la sangre arterial la relación es ~96-99% a ~1-3% (no oxigenada frente a oxigenada) y en la sangre venosa del ~60-80% frente al ~20-40%. En otras palabras: la mayor parte de la hemoglobina a cuyo hierro podría afectar un imán ni siquiera es magnética, igual que le sucede al agua. Y no olvidemos el poquísimo hierro que contiene el cuerpo humano en total.
Es interesante conocer los detalles químicos precisos de algo que más o menos ya sabíamos por la experiencia, y cómo con elementos relativamente caseros como son los que se pueden conseguir en una ferretería y una carnicería se puede comprobar el hecho en sí.
Aun así, el consejo de siempre: cuidadito con los imanes, que con los bestialmente grandes que utiliza el presentador el principal problema es pillarse los dedos –u otras partes del cuerpo– o que se te caigan encima del pie haciéndolo añicos. Y entonces sí que puede haber daños personales.