Este de ahí arriba es el Soyuz-U que hace unos días lanzó la nave de carga Progress M-20M hacia la Estación Espacial Internacional.
En el momento del lanzamiento un Soyuz-U pesa 313.000 kilos, al que en este caso hay que sumar los 7.282 kilos de la Progress, de los que 2.366 son de carga útil.
Esto quiere decir que sólo un 2,3 por ciento de la masa inicial es lo que se va a poner en órbita; si contamos sólo la carga útil lo que alcanza su destino es apenas un 0,74 por ciento de la masa inicial. En los transbordadores espaciales de la NASA, la carga útil alcanzaba un máximo de un uno por ciento.
En definitiva, la mayor parte del combustible se gasta en elevar el propio combustible.
Esto lo rige la ecuación del cohete de Tsiolkovski, que relaciona el aumento de velocidad que puede conseguir un cohete para ir en contra de la gravedad con la energía disponible en el combustible que lleva, normalmente expresada como la velocidad de los gases de salida, y con la fracción de masa, o cuanto combustible necesitas en comparación con la masa total del cohete.
Una vez que fijas dos de estas variables la tercera es inamovible, te pongas como te pongas, así que esto limita lo que podemos hacer con los cohetes en el sentido de a dónde podemos llegar con ellos y de la carga que pueden llevar.
Como dice Don Pettit en The Tyranny of the Rocket Equation, «El gran paso para la humanidad no es el primer paso en la Luna sino llegar a la órbita terrestre. Si queremos liberarnos de la tiranía de la ecuación del cohete necesitaremos nuevos paradigmas de operaciones y nuevas tecnologías».