La idea detrás de lo que hacen en GravityLab es tan sencilla como aparentemente fácil de llevar a cabo: proporcionar hasta 180 segundos de microgravedad (ingravidez o cero-G) para realizar experimentos científicos. Ese entorno se consigue dejando caer una cápsula con forma de cohete desde las alturas, tras haberla subido a las alturas con un dron. O bien dejando caer un cohete autopropulsado que suba mucho más alto.
Lo relativamente sencillo de este sistema hace que sea muy barato, algo que miden en «costes por kilo por segundo de ingravidez». Actualmente se lo plantean con una flota de siete vehículos de transporte, incluyendo seis cohetes que pueden elevarse unos pocos kilómetros o incluso hasta 250 km en el mejor de los casos. Además como el montaje de los artilugios es relativamente pequeño se puede llevar a cualquier parte del mundo.
De momento llevan tres años trabajando con agencias como la ESA con el pequeño modelo Louis, que es el que se ve en el vídeo, que puede cargar hasta 3 litros o 20 kg, que proporciona unos 12 segundos de microgravedad y puede lanzarse hasta 6 veces al día.
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