La onda P300 (en negro) aparece cuando el sujeto reacciona ante un estímulo relevante
Sabiendo que los polígrafos, más conocidos como máquinas de la verdad, no son admitidos como prueba en un juicio, me ha llamado bastante la atención toda la bola que se le ha dado al hecho de que Miguel Carcaño, el asesino confeso de Marta del Castillo, se haya sometido a una prueba con una especie de versión avanzada de estos para ver si de una vez es posible averiguar qué hicieron con el cadáver de ella.
En este caso se trata de detectar en su encefalograma una onda conocida como P300 que según diversos estudios aparece de forma involuntaria cuando el sujeto que está siendo sometido a la prueba posee algún tipo de «conocimiento culpable».
Uno de los estudios sobre esta onda de los que más referencias he encontrado es el titulado A mock terrorism application of the P300-based concealed information test de la Northwestern University, del que se puede ver un resumen en Reading Terrorists' Minds About Imminent Attack.
En él se dividió en dos a un grupo de voluntarios y a una parte de ellos se les dio a leer información acerca de cómo cometer un atentado, pidiéndoles además que escribieran una especie de informe para su supuesto jefe explicándole los detalles de la fecha, ciudad, y método escogidos para atentar; al otro grupo se le pidió que planeara unas vacaciones.
A la hora de identificar a qué grupo pertenecían los estudiantes cuando los investigadores tenían información previa acerca de los detalles del atentado ficticio fueron capaces de separar a los voluntarios en «culpables» y «no culpables» con un 100 por cien de precisión; cuando no tenían este conocimiento previo acertaron con 10 de 12 y con 20 de 30 detalles acerca de los atentados.
Por otra parte, fue necesario excluir de la prueba a tres de los voluntarios porque por motivos personales que no tenían nada que ver con los supuestos atentados algunas de las palabras clave provocaban respuestas en ellos.
Así, por ejemplo, la teoría detrás de este tipo de pruebas dice que en el caso de un asesinato el culpable produciría esta onda cuando se le enseñara el arma con la que cometió el crimen y no cuando se le enseñaran otras armas u objetos de control, aunque para poder acusar a alguien con esta prueba el fiscal tendría que estar absolutamente seguro de que la persona en cuestión nunca hubiera visto el arma en ningún otro contexto antes de someterse a la prueba.
Y por si esto fuera poco, hay dudas de que una prueba como esta no pudiera vulnerar los derechos del acusado, aunque en el caso de Miguel Carcaño, como ya está condenado, no ha lugar a esta consideración.
En el MundoReal™, además, los que aplican esta prueba lo tienen más complicado que en un experimento de laboratorio, ya que es posible que no tengan la información suficiente, o lo suficientemente fidedigna o relevante como para provocar las reacciones necesarias, y por lo visto es también posible entrenarse para falsear los resultados, igual que con los polígrafos tradicionales.
Volviendo al caso de Carcaño, que a estas alturas ya ha dado unas cuantas versiones distintas de los hechos y de lo que hicieron con el cuerpo de Marta del Castillo, esto complica las cosas, ya que no hay manera de estar seguro al cien por cien de lo que es relevante en el caso para que su cerebro produzca la P300 o no.
Además, nuestra memoria no es como un ordenador que lee un archivo del disco duro cuyo contenido es siempre el mismo: todos tenemos la experiencia de que con el tiempo los recuerdos cambian y a menudo las cosas no son exactamente como recordamos; incluso es posible que recuerdos que tenemos incorporados como propios sean de cosas que nos contaron y que realmente no vivimos.
Por lo que he podido ver en España se le ha aplicado esta prueba a otra persona, un hombre acusado del presunto asesinato de su esposa, y aunque la policía lleva semanas buscando en el sitio indicado por la prueba todavía no han encontrado nada.
Así que me temo, aunque me gustaría mucho equivocarme, que todo esto no va a ser más que una pérdida de tiempo y dinero para el erario público y otro golpe más para la familia y allegados de Marta.
(El enlace de las «contramedidas» vía Manuel Sebastián).
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