Pocas cosas tan gozosas debe haber en el mundo como poder tocar esta esfera perfectamente redonda y perfectamente lisa, aunque sea con guantes de laboratorio. Es tan esférica tan esférica que si se ampliara mágicamente al tamaño de la Tierra, la montaña más alta y el valle más profundo formato por sus átomos estarían separados tan solo 14 metros – compite con esta otra bola de cuarzo/niobio de un giroscopio en cuanto a redondez.
La historia de la bola está explicada en el estupendo vídeo de Veritasium, que merece la pena ver completo porque es un magnífico viaje por la historia del kilogramo.
Comienza con la nueva esfera de silicio que ha reemplazado hace poco a los viejos pesos de platino que estaban en los sótanos de la Oficina Internacional de Pesas y Medidas y se va retrotrayendo hasta los orígenes del kilogramo y el gramo, para pasar por el número de Avogadro, las extrañas variaciones que han sufrido los kilogramos «originales» en los últimos siglos y muchos detalles interesantes más.
Como la esfera está compuesta de un isótopo concreto de silicio es posible mediante mediciones muy precisas contar sus átomos. De ahí que el siguiente paso sea calcular el número de Avogadro con precisión para poder prescindir del objeto físico y quedarnos con el concepto de la unida de medida: un kilogramo es la masa de tantos átomos del isótopo tal de silicio.
Como bonus, la contagiosa risa floja de la simpática científica que trabaja en el laboratorio con la esfera mientras deja que el reportero dicharachero sujete la esfera, cuyo precio -ya solo del material en bruto- supera el millón de euros.