Por @Wicho — 13 de junio de 2017

Niño incapacitado por la polio

En África entierran a los niños, en Europa enterramos a los ancianos.

– Ignacio López-Goñi

La mejora en las condiciones sanitarias, el acceso al agua potable, y las campañas masivas de vacunación hacen que hoy en día vivamos más y mejor que nunca. En especial en los países más desarrollados, aunque las mejoras se dan en todo el mundo.

Pero eso hace que haya personas que en los países mejor situados que se permiten poner en duda la eficacia de las vacunas porque hemos olvidado que hace cien años los entierros más habituales eran los de los niños de menos de cinco años. Porque nos hemos olvidado que apenas hace unas décadas la polio aún dejaba a personas incapacitadas de por vida y ahora es muy raro cruzarte por la calle con alguien que tenga las piernas afectadas como el niño de la foto de ahí arriba.

Y estos días las desafortunadas declaraciones del presentador de un programa de radio –que luego pretendió justificar en su programa de televisión, esa televisión pagada con los impuestos de todos– han vuelto a dar pábulo a la inexistente relación de las vacunas con el autismo. Por no hablar de niños que han muerto por no estar vacunados.

Así que rescato estos tres puntos de la extremadamente amable carta que Lucía Galán, pediatra, dirigió a ese individuo:

1. Las vacunas no causan autismo. Este bulo nació en el año 1998 del Sr. Wakefield, médico corrupto al que el Colegio General Médico Británico le retiró la licencia de médico acusándole de actuar de forma deshonesta e irresponsable, reconociendo que las conclusiones y los métodos del médico británico eran falsos. Los pacientes seleccionados en su estudio pertenecían a familias vinculadas al movimiento antivacunas. Y para más datos, la generosa financiación provenía de un bufete de abogados que pretendía demandar posteriormente a las farmacéuticas fabricantes de la vacuna. Fue el mayor escándalo médico de la historia británica. En los años posteriores se han publicado cientos de estudios científicos con decenas de miles de niños estudiados y en ningún caso se observó tal asociación. El daño estaba hecho y miles de familias optaron por no vacunar causando la muerte por sarampión de un gran número de niños en todo el mundo. Desgraciadamente hay decisiones que te pueden costar la vida y lo que es peor, la de tus hijos.

2. No hay ninguna epidemia de autismo, para ser más exactos, de trastorno del espectro autista. Se diagnostican más casos ahora porque hasta hace unos años ni siquiera estaba contemplado en el DSM (Diagnostics and Statistics Manual of Mental Disorders). Fue en el año 1980 cuando se empezó a hablar de autismo, hasta la fecha a estos niños se les trataba como una variante de la esquizofrenia (terrible ¿verdad?). Ya en 1987 se desterró el término de autismo y se sustituyó por “trastorno autista” y desde entonces los términos y variantes diagnósticas, han ido evolucionando hasta el día de hoy. Ahora se diagnostican más casos porque los profesionales estamos formados en ello, porque estamos atentos, también los maestros y profesores; porque el trastorno del espectro autista tiene unos criterios claros que te llevan al diagnóstico, porque afortunadamente desde los 18 meses los pediatras estamos en alerta y porque forma parte de nuestro trabajo el identificar problemas en el neurodesarrollo, cosa que no ocurría hace 20 años.

3. Las vacunas son seguras, no contienen mercurio, son efectivas y salvan cada año millones de vidas en el mundo. Las vacunas suponen el mayor avance de la medicina en los últimos años y sembrar la duda con informaciones desfasadas, equivocadas y falsas, es una temeridad.

Pero quizás los que tenemos muy claro que las vacunas funcionan y salvan vidas a veces pecamos de demasiado vehementes, así que también me parece muy recomendable la lectura de Dudas sobre las vacunas: problemas y soluciones. Es un texto de Ignacio López-Goñi en el que hace un repaso a la historia de los antivacunas –los hay desde siempre– y en el que habla de cómo enfrentarse al problema de los padres que dudan, pasando incluso por el tema de si las vacunas deberían ser obligatorias o no. La conclusión: los profesionales de la salud son la mejor herramienta contra los anti-vacunas.

También es de Ignacio esta lista de diez mitos sobre las vacunas, que como todos los mitos son falsos. Yo sólo he recogido los enunciados; él los desarrolla:

  1. La infección natural es mejor que la vacunación.
  2. Las vacunas no son necesarias, las mejores condiciones higiénicas y de alimentación harán desaparecer las enfermedades.
  3. Las enfermedades prevenibles mediante vacunación están casi erradicadas en mi país, por lo tanto no hay motivos para que me vacune.
  4. La vacuna sarampión/paperas/rubéola (SPR) causa autismo.
  5. El timerosal de las vacunas causa autismo.
  6. El aluminio de las vacunas es peligroso.
  7. El actual calendario vacunal no es sano.
  8. Recibir muchas vacunas al mismo tiempo puede sobrecargar al sistema inmune
  9. Las vacunas son solo para los niños.
  10. La vacuna de la gripe no funciona, muchas personas vacunadas se agarran una gripe.

(La foto del niño vía Ana Ribera).

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