Por @Alvy — 6 de mayo de 2018

UtahFishEye

Según resume la Wikipedia, en 1991 el detector de rayos cósmicos Fly’s Eye de la Universidad de Utah detectó un rayo cósmico de ultra-alta energía al que llamaron partícula Oh-My-God (literalmente: ¡Oh Dios mío!) Se calculó su energía y para sorpresa de los astrofísicos resultó ser una auténtica barbaridad: cerca de 3 × 108 TeV (teraelectronvoltios):

(…) Era 20 millones de veces más potente que la radiación electromagnética emitida por un objeto extragaláctico, de unas 1020 la energía de un fotón de luz visible, y 40 millones de veces más que la de cualquier partícula acelerada en un acelerador de partículas terrestre.

A pesar de ser una única partícula subatómica su energía cinética era de unos 48 julios: más o menos la de una pelota de béisbol lanzada a gran velocidad. Pero teniendo en cuenta que esa energía estaba concentrada en una partícula subatómica de infinitesimal tamaño es fácil imaginarse la bestialidad. Otras cifras explican su naturaleza:

La partícula Oh-My-God viajaba al 99,99999999999999999999951% de la velocidad de la luz. Es una velocidad tan alta que si un fotón iniciara una carrera con la partícula, serían necesarios 215.000 años para que el fotón adelantara la partícula por más de un centímetro.

La Oh-My-God –que probablemente era un protón– fue la primera y la más potente jamás detectada, pero desde entonces se han detectado otras similares (en unas 15 ocasiones) aunque son extremadamente raras.

(Vía Fermat’s Library.)

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