En un estudio sobre la sensibilidad social de los perros los investigadores utilizaron un robot de «telepresencia» para reemplazar a un ser humano y observar su comportamiento. El resultado: la relación no era ciertamente la misma, pero no había gran diferencia.
Según cuentan en Popular Science, los perros -tras siglos y siglos de mantener relaciones muy cercanas con los seres humanos- son capaces de convivir perfectamente y sin extrañarse demasiado también con un robot con cara humana y un altavoz por el que emita sonidos y palabras: aunque no les resulte familiar, si se comporta de forma similar a una persona, haciendo gestos e interactuando un poco, su reacción es bastante parecida.
Eso sí: al principio de las sesiones un humano tenía que entrar en la habitación y pasar un rato hablando e interactuando también con el robot para que al perro le diera una sensación de «ser sociable». Si los investigadores no hacían esto entonces el perro se mostraba menos afable que con el robot. Desde luego había diferencia respecto a la forma de comportarse junto a un ser humano, pero no era muy grande: al perro le encantaba que el robot le diera comida, que jugara a escondérsela y cosas así. Pero lo relevante es que antes tenía que haber «demostrado» al perro, con su comportamiento previo, que era «un robot sociable».