Por @Alvy — 11 de febrero de 2016

{Lo interesante empieza en 06:15, si quieres ahorrarte el relleno.}

Las pelotas de ping-pong son tan ligeras, tan ligeras que aunque durante un partido alguien remate con todas sus fuerzas es prácticamente imposible que te hagan realmente daño aunque impacten contra el cuerpo; como mucho notarás un mero pellizco. Pero… ¿Y si fueran mucho más deprisa todavía?

Utilizando un cañón de vacío un responsable del museo de la ciencia de San Francisco –el famoso Exploratorium– muestra un montaje con el que lanzar pelotas de ping-pong a altas velocidades (hasta unos 804 km/h) que son capaces de taladrar una lata de refresco como si tal cosa. Eso es algo menos que la velocidad del sonido (1200 km/h). Dado que su poder destructivo depende tanto de la masa como de la velocidad, sin la velocidad es tan exagerada… ¡Crash!

Una pelota de ping-pong pesa unos 2 gramos y medio nada más, y en condiciones normales son inocuas porque el rozamiento del aire las frena de una manera brutal. Por eso en este cañón de vacío, que tan solo deja 1 milímetro de separación con la bola alcanzan tales velocidades y se vuelven tan destructivas.

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