Doug Olson – Universidad de Pensilvania
Ayer se publicó el artículo Decade-long leukaemia remissions with persistence of CD4+ CAR T cells. En él se menciona a Doug Olson, que en 2010, y tras haber agotado todas las demás opciones, fue uno de los dos primeros pacientes de la historia en someterse a un tratamiento con la terapia celular CAR-T para intentar curar su leucemia linfocítica crónica. Algo más de diez años después no sólo sigue libre de leucemia sino que aún se detectan en su sangre las células con las que fue tratado. Junto con Olson recibió células CAR-T Bill Ludwig, quien hasta el momento de su fallecimiento a principios de 2021 por complicaciones con la covid, también seguía sin leucemia.
Más allá de estudios científicos se pueden leer sus historias personales en Bill's Leukemia Story: Taking a Chance on a First-of-its-kind Cancer Clinical Trial y en Meet Doug Olson.
Las terapias celulares son uno de los últimos grandes avances en la lucha contra el cáncer, en especial cuando los demás tratamientos han fallado. Su problema, en especial en países en los que no cuentan con un sistema de salud público, es su enorme coste. Del orden de 300.000 euros más por paciente.
Lo que se hace es extraer linfocitos T a la persona a tratar y modificarlos mediante ingeniería genética para «implantarles» receptores de antígeno quimérico. Lo que explicado en términos de andar por casa es como programarlos para que reconozcan y ataquen las células cancerosas concretas que hay que eliminar. Estos linfocitos T modificados se inyectan a la persona en cuestión, en cuyo organismo son capaces no sólo de cumplir con su cometido sino de reproducirse conservando la modificación a la que han sido sometidos. Y ahora sabemos que eso se sigue produciendo al menos diez años después; de ahí la importancia del resultado publicado en Nature aunque la muestra no sea precisamente muy grande.
Eso sí, el tratamiento con células CAR-T no sirve para todos los tipos de cáncer, pero por supuesto se investiga para expandir su ámbito de actuación. Y tampoco es una cura segura, aunque se calcula que su tasa de éxito está en torno a un 80%, lo que no está nada mal, en especial teniendo en cuenta que se aplica en pacientes a quienes les han fallado otros tratamientos más estándar y que ya se quedan sin opciones.
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