Por @Wicho — 8 de julio de 2016

Hace unos días fue noticia una carta firmada por más de 100 premios Nobel que insta a Greenpeace y a sus seguidores a «abandonar su campaña contra los OMGs en general, y contra el arroz dorado en particular.»

La carta dice que

Los organismos científicos y reguladores de todo el mundo han concluido de manera repetida y consistente que los cultivos y alimentos mejorados mediante la biotecnología son tan seguros, si no más seguros, que los derivados de cualquier otro método de producción. Nunca ha habido un solo caso confirmado de un efecto negativo derivado de su consumo sobre la salud de los seres humanos o de los animales. Se ha mostrado en repetidas ocasiones que son menos perjudiciales para el medio ambiente y una gran ayuda para la biodiversidad global.

Greenpeace ha encabezado la oposición al arroz dorado, que tiene el potencial de reducir o eliminar gran parte de las muertes y de las enfermedades causadas por una deficiencia en vitamina A (DVA), con mayor impacto en las personas más pobres de África y el Sudeste de Asia.

Y termina con esta frase:

¿Cuántas personas pobres en el mundo deben morir antes de considerar esto un «crimen contra la humanidad»?

Que no es que los firmantes de la carta acusen a Greenpeace de crímenes contra la humanidad, como se ha dicho por ahí, pero casi. La organización ecologista, como era de prever ha reaccionado como un gato panza arriba acusando a los Nobel de haberse vendido a la industria, entre otras cosas.

Es cierto que el que un montón de Nobel firmen una carta no le da validez a lo que dice esta porque ellos hayan recibido ese o cualquier otro premio. En ese caso estaríamos ante una falacia de autoridad, y por eso a mí en principio no me convenció demasiado lo de la carta en cuestión, aunque lo cierto es que insta a todo el mundo, empezando por Greenpeace, a volver a revisar la evidencia científica, que una vez tras otra ha dicho que no hay ningún problema con los transgénicos.

Pero Greenpeace, que ha hecho –y aún hace– grandes cosas en defensa del medioambiente, hace años que ha abandonado cualquier pretensión de tomar sus decisiones y enfocar sus acciones basándose en el conocimiento científico, como explica en el vídeo de arriba uno de sus fundadores. Así que sin duda no hará ni caso de la petición en cuestión, aún a pesar del daño que están haciendo con su posición al respecto.

El de los transgénicos es un ejemplo claro, en mi opinión, de lo importante que es para la población estar bien informada de los desarrollos científicos y tecnológicos; es una de esas cosas por las que me preocupa tanto que una y otra vez las encuestas de percepción social de la ciencia de la Fecyt indiquen que hasta una cuarta parte de la población no está interesada en la ciencia.

Sería una verdadera pena que, como dice Pepe Cervera en Frankenstein y el arroz dorado, que una vez que la ciencia nos ha proporcionado una herramienta para solventar o intentar atajar un problema renunciemos a ella «por cuestiones de ideología política, mala ciencia y visceral rechazo no sólo sería poco inteligente: sería una traición a lo que somos».

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