Por @Wicho — 14 de febrero de 2020

Un punto azul pálido versión 2020 - NASA/JPL-Caltech
Pale Blue Dot Revisited - NASA/JPL-Caltech

En 1990, el equipo de las misiones Voyager decidió apagar las cámaras de la Voyager 1 para conservar la energía porque la sonda, igual que la Voyager 2, ya no iba a pasar lo suficientemente cerca de ningún otro objeto como para poder fotografiarlo. Pero antes de hacerlo enviaron una serie de órdenes a la sonda para que tomara una última serie de 60 imágenes pensadas para producir una foto de familia del Sistema Solar. Ejecutada el día de San Valentín de 1990, esta secuencia de comandos capturó imágenes que permitieron componer vistas en color de seis de los planetas del sistema solar y del Sol en monocromo.

En 1994 Carl Sagan, a quien se le había ocurrido la idea de intentar capturar una imagen de la Tierra en esta última secuencia de captura de imágenes, escribió este texto, uno de los más impresionantes y conmovedores que conozco, del que sale el nombre de esta imagen, Un punto azul pálido:

Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestro hogar. Eso somos nosotros. En él todos los que amas, todos los que conoces, todos aquellos de quienes hayas oído hablar, cada ser humano que ha existido, vivieron su vida. La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de religiones seguras de sí mismas, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, niño esperanzado, inventor y explorador, cada maestro de la moral, cada político corrupto, cada superestrella, cada líder supremo, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie, vivió ahí – en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.

La Tierra es un escenario muy pequeño en una vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre derramados por todos esos generales y emperadores para que, en la gloria y el triunfo, convertirse en los amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de alguna esquina de ese punto sobre los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina. Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios.

Nuestros posicionamientos, nuestra imaginada auto-importancia, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el Universo son desafiados por este punto de luz pálida. Nuestro planeta es un solitario grano de polvo en la gran penumbra cósmica que todo lo envuelve. En nuestra oscuridad —en toda esta vastedad—, no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos.

La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Establecernos, aún no. Nos guste o no, por ahora la Tierra es dónde tenemos que quedarnos.

Se ha dicho que la astronomía es una experiencia en humildad y formación de carácter. Quizás no haya mejor demostración de la locura de la soberbia humana que esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amablemente y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que jamás hemos conocido.

Si escuchas a Sagan recitándolo y no se te pone la piel de gallina has de hacértelo mirar. Y qué necesario me parece recordar su mensaje, en especial el segundo párrafo, en tiempos como estos.

La NASA, para conmemorar el trigésimo aniversario de la captura de esta imagen, ha publicado una versión remasterizada, Pale Blue Dot Revisited. Para obtenerla el ingeniero del Laboratorio de Populsion a Chorro (JPL) y entusiasta del procesamiento de imágenes Kevin M. Gill, junto con Candy Hansen y William Kosmann, dos de los miembros del equipo que planearon la secuencia de 1990, aplicaron técnicas modernas de procesado de imagen a los datos originales enviados por la Voyager 1.

En ella el Sol está hacia la parte inferior izquierda de la imagen, allí donde es más brillante. Los rayos de la luz del Sol cruzan la escena y por casualidad la Tierra cae dentro de uno de ellos. Desde los aproximadamente 6.000 millones de kilómetros a los que estaba la Voyager 1 la Tierra no ocupa ni un pixel de ancho.

(Gracias por el recordatorio, Javier).

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