Por @Wicho — 6 de agosto de 2020

Lanzado en 2010 el satélite CryoSat-2 de la Agencia Espacial Europea (ESA) lleva desde entonces estudiando la capa de hielo que cubre los polos y la variación en su grosor. Lanzado en 2018 el ICESat–2 de la NASA hace lo propio. Pero desde el 1 de agosto de 2020 trabajan juntos en una campaña de observación llamada Cryo2Ice.

Esto permitirá medir el grosor de la capa de nieve que hay depositada sobre el hielo de los polos. Y es posible hacerlo debido a cómo funciona el instrumentio principal de cada uno de los satélites.

El CryoSat-2 usa un radar para medir la distancia a la que está el hielo del satélite. Sabiendo su altura se puede calcular esu grosor. Y el radar es lo suficientemente preciso para detectar cambios en su grosor con una precición de poco más de un centímetro. Pero ese radar no ve la nieve que a veces hay sobre el hielo. ICESat-2, sin embargo, usa un LIDAR, que es como un radar que funciona con un láser que es emitido por el satélite y que se refleja en la parte superior de la nieve si la hay. Así que restando las dos medidas sería posible obtener el grosor de la capa de nieve.

Pero para que esto tenga sentido tienen que ser medidas tomadas al mismo tiempo o casi. Y para ello durante las dos últimas semanas de julio la ESA estuvo modificando la órbita del CryoSat-2 para subirla un kilómetro. Esto ha permitido que los dos satélites pasen casi al tiempo sobre los polos cada 19 órbitas de CryoSat-2 y cada 20 órbitas de ICESat-2. Así que ahora es como si, en esas pasadas que coinciden, que se dan aproximadamente cada día y medio, tuviéramos un satélite con dos instrumentos. CryoSat-2 permanecerá ya en esa órbita hasta el final de su misión.

Tal y como explica la ESA el hielo marino juega un papel importante en el clima global. Por ejemplo, ayuda a mantener el equilibrio energético de la Tierra y a la vez ayuda a mantener frías las regiones polares al reflejar la luz del Sol. También mantiene el aire frío formando una barrera aislante entre el aire frío de arriba y el agua oceánica más caliente de abajo.

Los datos que obtenga la campaña Cryo2Ice podría ayudar a mejorar los modelos climáticos, en particular para la Antártida. Y es que los modelos que utilizamos actualmente para medir la profundidad de la nieve al calcular el hielo marino funcionan razonablemente bien para el Ártico pero no tanto para la Antártida.

También podría ayudar con la complicada tarea de medir el hielo marino en verano: cuando hace más calor se forman charcos de agua sobre el hielo que saturan la señal de CryoSat. Pero el ICESat-2 es capaz de detectar esas acumulaciones de agua y diferenciar entre ellas y las grietas entre los témpanos de hielo.

Un gran ejemplo de cómo es mejor «acer la cencia» en colaboración

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