En los países desarrollados le hemos perdido el miedo a enfermedades como el sarampión porque gracias a las vacunas las tenemos bajo control. Y con ello hemos olvidado sus posibles complicaciones, que en el caso del sarampión van mucho más allá de unos granitos: en uno de cada cinco casos esta enfermedad puede llegar a provocar infecciones de oído, neumonía, sordera permanente, encefalitis, o incluso la muerte.
En Francia acaba de morir una joven de 16 años precisamente por las complicaciones neurológicas derivadas del sarampión. Se trataba de una trasplantada de corazón, por lo que no se podía vacunar. Es la tercera muerte por sarampión en Francia en lo que va de año. Las otras dos fueron la de un paciente de 26 años también inmunodeprimido y que por tanto tampoco podía ser vacunado al que contagió alguien de su entorno y la de una madre de 32 años que nunca se había vacunado que se contagió al llevar a su padre al hospital a hacer unas pruebas.
En total las autoridades francesas hablan de 2.567 casos de sarampión en Francia desde el 6 de noviembre de 2017, número que sigue creciendo. De ellos uno de cada cuatro ha necesitado hospitalización. Cerca de un 90% de estos casos no estaban vacunados o no lo estaban correctamente. Y si además de las muertes, que son el resultado más espectacular, contamos sorderas y personas que puedan haber quedado con daño cerebral permanente los resultados son aún más aterradores. En total en Europa hubo 21.315 casos de sarampión en 2017 frente al mínimo histórico de 5.273 casos de 2016, así que vamos para atrás.
Y es una triste gracia, sobre todo cuando desde los años 60 disponemos de una vacuna segura y efectiva para el sarampión. Vacuna que además, como todas las vacunas, no sólo evita que quienes estamos vacunados nos contagiemos, sino que también contribuye a la inmunidad de grupo, esa que hace que quienes estamos vacunados actuemos como «defensa» de quienes no se pueden vacunar al evitar que la enfermedad se transmita y que quizás habría evitado la muerte de dos de las tres personas fallecidas en Francia.
Es fácil y tentador atribuir este repunte a los movimientos antivacunas, que sin duda tienen su parte en ello. Pero también hay más factores a tener en cuenta como campañas de vacunación de hace años que no se llevaron a cabo de una manera tan efectiva como cabría desear, colectivos a los que no llegan los sistemas de sanidad pública, o simplemente colectivos a los que hay que educar en las ventajas de las vacunas, que funcionan y salvan vidas.
Pero no podemos bajar la guardia, porque si no las usamos no sirven de nada.
(Algunos datos vía Jacobo Mendioroz y Lucía Galán).
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