Los espejos curvos, como este gigantesco espejo cóncavo que tienen en el Exploratorium de San Francisco, tienen curiosas e intrigantes propiedades. En este caso el espejo mide casi tres metros; al aproximarse a él se forma una «imagen perfecta» aunque está completamente invertida de la escena.
Lo interesante es que en ellos lo que está a la derecha queda a la derecha y lo que está a la izquierda a la izquierda: aquí un diestro sigue siendo diestro y un zurdo, zurdo – a diferencia de lo que ocurre en un espejo plano. Tan solo sucede que todo está boca abajo.
Una simpática demostración de que el espejo es en cierto sentido «perfecto» puede verse a partir de 00:50 cuando el monitor apunta con una linterna al «otro yo» del espejo de una de las visitantes, y la luz llega exactamente hasta el punto preciso de su cara – en este caso, la «real» de fuera del espejo.
En la web del museo también dicen que con este tipo de espejos puedes hacer algo que es casi imposible con uno plano: acercarte y hacer creer a tu cerebro que tu imagen está a lo lejos pero colgando del techo. Como esa transformación visual mental parece ser bastante sencilla puedes hacer movimientos naturales con las manos, incluso «chocar los cinco» con otra persona sin problemas – algo que resulta casi imposible mirando un espejo plan convencional.