Hoy se cumplen veinte años de la celebración de la rueda de prensa en la que los químicos Stanley Pons y Martin Fleischmann anunciaban al mundo que habían conseguido producir una reacción de fusión fría a temperatura ambiente, unos resultados que se llegaron incluso a publicar en la revista Nature.
No sólo la noticia en sí resultaba sorprendente, ya que la fusión nuclear es el proceso mediante el que se unen dos núcleos atómicos para formar otro núcleo más pesado, proceso que además libera una importante cantidad de energía, y que hasta donde sabemos sólo sucede de forma natural en el interior de las estrellas en unas condiciones extremas de presión y temperatura, sino que además Pons y Fleischmann aseguraban que el equipamiento necesario, que se ve en la foto de la derecha, era mínimo.
En estas condiciones, de poder ser replicados esos resultados, la fusión fría podía haberse convertido en la solución barata y abundante a los problemas energéticos del mundo, ya que los dos aseguraban que su dispositivo llagaba a producir un 100% más de energía de la que necesitaba para funcionar.
Lo malo, como se demostró en poco tiempo cuando nadie en ningún sitio consiguió duplicar sus resultados, es que el experimento no había producido fusión fría ni por asomo.
Además, pronto fueron puestas a la luz diversas razones teóricas por las que su experimento no podía funcionar, al menos no en el marco de nuestros conocimientos actuales sobre física, diversos posibles orígenes para errores experimentales que podrían justificar la cantidad de energía extra que según ellos se producía, y finalmente se desveló que sus afirmaciones de que había detectado neutrones y tritio, productos necesariamente resultantes del proceso de fusión que describían, no eran ciertas.
Hoy en día la investigación en fusión fría está prácticamente abandonada, y de hecho muchos la consideran una ciencia patológica, que es aquella en la que se sigue investigando aún cuando la mayoría de los científicos que trabajan en el campo la consideran falsa.
Sin embargo sí se está trabajando en la obtención de procesos de fusión nuclear como fuente de energía, pero a altas temperaturas y presiones.
Conseguir utilizar la fusión nuclear como fuente de energía resulta interesante porque a diferencia de la fisión nuclear, que es la que se usa en las centrales nucleares actuales, los combustibles que se usan y los residuos radiactivos que producen los procesos de fusión nuclear tienen una vida media muy corta, por lo que en lugar de ser peligrosos durante miles de años a los 50 años dejarían de ser peligrosos, para ser prácticamente inertes en 300 años.
El problema es que para reproducirla en la Tierra habría que conseguir duplicar las condiciones de presión y temperatura que se dan en el interior de una estrella, algo que dista de ser trivial, pues ningún material conocido es capaz de soportarlos.
En este sentido se está trabajando en métodos de confinamiento que usan rayos láser o campos magnéticos, y es precisamente el método de campos magnéticos el que se empleará en el ITER, el International Thermonuclear Experimental Reactor (Reactor Termonuclear Experimental Internacional) que se está construyendo en Francia con la participación de la Unión Europea, Rusia, los Estados Unidos, Japón, China, Corea del Sur e India. Canadá también participó de 1992 a 2004, pero ya no está en el proyecto.
El núcleo del ITER. La cámara de contención magnética es el «donut» del centro; la figura de una persona abajo casi en el centro da una idea de la escala - Imagen vía Berkeley Lab
El ITER podría ser, cuando entre en funcionamiento, la demostración de que la fusión nuclear es viable como fuente de energía, pues hasta ahora todas las pruebas en las que se logró poner en marcha una fusión nuclear han consumido más energía de la que han generado.
De todos modos, no se espera que pueda arrancar antes de 2016, y eso suponiendo que no se produzcan retrasos, lo que no sería de extrañar dada la envergadura del proyecto.
(Metieron el dedo en la llaga los de Wired.)