Por @Wicho — 4 de junio de 2014

Ramón Margalef

He tenido la oportunidad de vivitar el B/O Ramón Margalef, que junto con su gemelo el Ángeles Alvariño forman lo más moderno de la flota del Instituto Español de Oceanografía, que por cierto este año cumple 100 años, y aunque en un principio no sabía muy bien qué esperar de la visita lo cierto es que quedé gratamente sorprendido.

Comenzamos la visita por el puente, que aunque conserva algunos instrumentos tradicionales está dotado de un montón de tecnología moderna y pantallas multifunción, hasta el punto de recordar la cabina de un avión moderno.

Consola central del puente
Consola central del puente

De hecho el Ramón Margalef no tiene rueda de timón sino que sus dos timones se controlan mediante sendos joysticks, aunque normalmente se usa uno solo que actúa como maestro.

Un joystick para dominarlos a todos
Un joystick para dominarlos a todos

Una de las capacidades más impresionantes del buque es el que gracias a los sistemas de GPS diferencial que usa es capaz de mantener su posición de forma automática con una precisión de apenas un par de centímetros cuando el mar está en calma; usa para eso tanto sus dos hélices principales como las dos transversales de las que dispone.

Es capaz también de navegar con piloto automático a donde se le indique, aunque en cualquier caso siempre hay alguien en el puente controlando todo.

El uso de tecnología punta y de numerosos sistemas de automatización permite también que la tripulación sea relativamente reducida, aunque en todo el buque está implantado un sistema de control de «hombre muerto» similar al de los trenes para asegurarse de que nadie queda aislado/impedido sin que los demás se den cuenta, aunque en el Ramón Margalef no hay un botón específico a pulsar sino que el sistema controla que no pase demasiado tiempo sin que nadie interactúe con los sistemas de a bordo.

Después de visitar los camarotes y la enfermería la siguiente parada fue el laboratorio de acústica, que se puede considerar como el centro neurálgico del Ramón Margalef, pues desde ahí se controlan las distintas sondas y sensores que este lleva, en especial el sonar.

Peces en el sonar
Peces en el sonar
Fondo marino en el sonar
Fondo marino en el sonar

Estos sonares le permiten determinar desde cuando está pasando sobre un banco de peces –y por lo visto hay científicos que tienen tanta experiencia con el sonar que son capaces de identificar la especie sólo por su eco– al tipo de fondo sobre el que navegan y su relieve, lo que permite al Ramón Margalef crear cartografías marinas con el máximo grado de precisión.

Con la información recopilada por los sensores de a bordo los científicos deciden donde tomar muestras, ya sea mediante rosetas, pescando, con redes para el muestreo de plancton, o con unas pequeñas dragas capaces de recoger muestras del fondo.

Las rosetas son unos dispositivos que llevan una serie de botellas para la toma de muestras a distintas profundidades y unos sensores que van trazando una gráfica de conductividad, temperatura y fluorescencia según van siendo bajadas hasta el fondo o hasta una profundidad determinada.

Una vez analizado el gráfico creado por los sensores CTD de la roseta los científicos escogen a qué profundidad tomar muestras en el viaje de vuelta a la superficie, y aquí de nuevo entra en juego la automatización del Ramón Margalef, pues aunque se puede controlar toda la operación a mano lo normal es programarlo en el sistema de control de la grúa y que este vaya haciendo las paradas necesarias para las tomas de muestras decididas.

Las muestras se analizan en los laboratorios de a bordo, que se dividen en secos y húmedos, y que aunque cuentan con una infraestructura básica se equipan antes de cada campaña en función de los objetivos de esta.

Otra característica muy curiosa del Ramón Margalef es que usa motores eléctricos para mover sus hélices, tanto porque son más eficientes que los tradicionales diesel como porque esto permite que el barco sea extremadamente silencioso, de tal forma que se puede situar sobre los bancos de peces a estudiar sin asustarlos.

Estos motores eléctricos y el resto de los sistemas eléctricos de a bordo funcionan gracias a varios generadores diesel que van entrando en línea según la demanda de electricidad de cada momento; todos ellos están instalados en cabinas aisladas para que no se transmita ningún ruido al exterior, y van calzados sobre silenblocks para evitar vibraciones.

Esto permite que el Ramón Margalef esté calificado como un barco limpio y sin ruido.

Puesto de control de las máquinas
Puesto de control de las máquinas

Los depósitos de combustible del barco le permiten cargar hasta 160 toneladas de diesel, lo que le permitiría navegar unos veinte o treinta días, pero sin embargo en la práctica no suele estar fuera de puerto más de diez días porque cuando el nivel de combustible baja de las 90 toneladas la estabilidad del barco se reduce hasta el punto de que, sin suponer ningún peligro para sus ocupantes, la capacidad de los sistemas de a bordo para mantener la posición se resiente lo suficiente como para según qué tareas ya no sea lo suficientemente precisa.

Un detalle final que me llamó la atención cuando nos íbamos fue descubrir la ubicación de uno de los giróscopos del barco –pregunté y me dijeron que lleva cuatro– que están integrados con los sistemas de control para mantener la estabilidad del barco.

En definitiva, una visita más que interesante a lo que es un avanzado laboratorio flotante; si el Ramón Margalef o el Ángeles Alvariño se pasan por tu ciudad y hacen una jornada de puertas abiertas no dejes pasar la oportunidad de visitarlos; puedes consultarlo en su calendario [PDF].

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