Impresión artística de WSP–76b - ESO/M. Kornmesser
Uno de los principales objetivos de la astronomía en lo que se refiere a la búsqueda de planetas extrasolares es encontrar un gemelo de la Tierra. Eso nos permitiría afirmar que en algún otro sitio del universo hay condiciones para que se desarrolle la vida tal y como la conocemos.
Cuando lo encontremos será sin duda una de las noticias más relevantes de la historia. Pero en el proceso de búsqueda estamos encontrando montones y montones de planetas extrasolares. Ya llevamos unos 4.000. Y algunos son cuando menos sorprendentes, que parecen nacidos de la imaginación de una escritora de ciencia ficción.
Uno de ellos es WASP–76b. Situado a unos 640 años luz de nosotros es un gigante gaseoso que orbita su estrella a muy poca distancia. Lo hace, además, en acoplamiento de marea, lo que quiere decir que un lado del planeta está mirando siempre hacia ella mientras que el otro no recibe luz directa de ella. Eso hace que en el lado diurno se alcancen temperaturas de más de 2.400 ºC, temperatura suficiente como para que se vaporicen metales como el hierro. Sin embargo en el lado nocturno la temperatura es de «sólo» 1.400 ºC.
Utilizando el instrumento ESPRESSO del Telescopio Muy Grande (VLT) del Observatorio Europeo Austral un grupo de científicos ha detectado la presencia de vapor de hierro en la zona diurna del planeta pero no en la nocturna. Y han llegado a la conclusión de que la rotación del planeta y el viento hacen que parte de ese vapor de hierro pase a la zona «fría» del planeta en la que la temperatura es lo suficientemente fría como para que se condense y llueva hierro.
La Tierra está muy bien y nos da cobijo y tal… pero un planeta en el que llueve hierro. El universo está verdaderamente lleno de maravillas.
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