Por Nacho Palou — 27 de octubre de 2015

Probablemente lo más llamativo de la función de conducción asistida de Tesla (aparte de que se sirva aún en «versión beta») es que se trata de una capacidad adquirida por el vehículo a través de una actualización de software.

Es decir, que coches que ya estaban circulando en la carretera se vuelven notablemente más capaces después de actualizar al software del ordenador de abordo, sin necesidad de tocar el hardware. Ya nos gustaría ver un incremento funcional tan notable después de actualizar el sistema operativo del móvil.

Esto no significa que esos coches se conviertan de repente en coches autónomos, porque no es el caso. Pero sí que aprovechando mejor y sacando mayor partido al hardware ya existente en el vehículo —como el GPS, las cámaras y el detector de carril, los sensores infrarrojos de obstáculos o el control de crucero adaptativo— en determinadas circunstancias y de forma puntual toda esa cacharrería resulta mucho más útil para el conductor, asistiéndole y proporcionándole, en teoría, un mayor control sobre el conjunto del vehículo.

El pilotaje asistido de Tesla recuerda bastante al modo de conducción automática de Volvo; de igual modo se trata en realidad de un control de crucero avanzando.

Por tanto sobre la carretera funciona de forma similar al piloto automático de los aviones:, tal y como lo define Tesla. Un pilotaje asistido que sin embargo requiere que el piloto se mantenga a los mandos en todo momento y que participe de la conducción pero liberado parcialmente de algunas tareas.

El sistema funciona siguiendo tanto a otros vehículos —la mayoría de ellos conducidos por humanos— y también sigue las líneas de la carretera. Reacciona con ellos, pero no tiene la capacidad de «decisión» que se espera de un coche verdaderamente autónomo.

Por ejemplo, el sistema de Tesla no cambia de carril por sí mismo. Es el conductor el que da la orden tocando el intermitente y el coche ejecutará la orden sólo si detecta que no hay obstáculos laterales. Pero es el conductor el antes debe asegurarse de que es adecuado efectuar el cambio de carril, como siempre.

Entendido así hay quien ya se ha cruzado EE UU, de costa a costa con el piloto automático de su Tesla activado la mayor parte del viaje. En cambio quien no lo ha entendido así ya ha podido comprobar por sí mismo que no se trata de un coche autónomo de verdad. Incluso hay quien ha estado a punto de aprender la lección a costa de su vida y de la de otros.

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En MIT News, Should cars be fully driverless? No, says an MIT engineer and historian,

«La aviación comercial es increíblemente segura», explica Mindell que además es piloto civil, «y lo es en parte por la sofisticación de los numerosos sistemas automáticos que utiliza. Pero esos sistemas son todos imperfectos. Son los pilotos los que hacen que el conjunto de sistemas funcione supervisando constamente y haciendo pequeñas correcciones y cambios y manteniendo el contacto con los controladores aéreos», incluso aunque el avión sea capaz de aterrizar por sí mismo.

El profesor David Mindell, del MIT, opina que más o menos esto y un poco más es todo lo que deberíamos automatizar la conducción; cree que tal vez el coche plenamente autónomo nunca llegue a existir.

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