Por Nacho Palou — 23 de marzo de 2017

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En A Brief History of the Pencil, as told by a Pencil Aficionando Caroline Weaver, que regenta una papelería en el Lower East Side, en Manhattan, hace un repaso a la historia del lapicero, el instrumento de dibujo y de escritura más básico, más versátil y sin duda más carismático que surgió (en su versión moderna) cuando se descubrió el grafito a mediados de los años de 1600.

El artículo está lleno de pasajes interesantes: de cómo Napoleón encargó Nicholas Conte que desarrollase un lapicero que fuera mejor que aquellos que entonces dejaron de llegar de Inglaterra o de Alemania debido a la guerra. De cómo surgió la goma de borrar (casi dos siglos después que el lapicero, “al principio la gente usaba miga de pan para borrar”). La carrera lapicística japonesa entre Tombow y Mitsubishi. Los sacapuntas. Cuando los lápices eran objetos de lujo,...

Durante siglos los lápices fueron un objeto de lujo. Inicialmente los fabricaban a mano principalmente los ebanistas o trabajadores expertos en el sector de la madera. No era fácil meter una tira de grafito en una pequeña madera. El lapicero suponía un gran avance sobre la pluma estilográfica: de repente no era necesario cargar con un bote de tinta, por lo que el lapicero resultaba especialmente atractivo para militares y para artistas. Pero a la vez se trataba esencialmente de un objeto esculpido artesanalmente que además incorporaba un mineral exótico y muy caro.

Fotografía: Angelina Litvin.

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