Por @Wicho — 12 de octubre de 2015

Ooops!Cuando Neil Armstrong y Buzz Aldrin estaban recogiendo todo en el módulo lunar para preparar las cosas para la vuelta a casa tras su paseo por la superficie de la Luna durante la misión Apolo 11, Aldrin encontró en el suelo la palanca de accionamiento de un disyuntor que en algún momento dado se había roto.

Y no era la palanca de cualquier disyuntor: era la del que activaba el motor de ascenso que tenía que sacarlos de la Luna y colocarlos en órbita alrededor de esta para acoplarse con el módulo de comando en el que los esperaba Michael Collins.

Tras informar al control de la misión Armstrong y Aldrin intentaron dormir un rato mientras en tierra la gente le daba vueltas al problema para ver cómo solucionarlo.

Al despertarse, aunque por lo visto no durmieron mucho, tirando a nada, nadie tenía una idea que ofrecer, pero a Aldrin se le ocurrió una, tal y como cuenta en su libro Magnificent desolation: «Dado que había electricidad involucrada, decidí que no iba a meter el dedo ni usar nada que tuviera una punta metálica. Tenía un rotulador en el bolsillo del hombro de mi traje que pensé que podía servir. Tras adelantar un par de horas la cuenta atrás por si fallaba, metí el rotulador en el pequeño agujero en el que tenía que haber estado la palanca del disyuntor, y empujé; esto activó el disyuntor. Íbamos a poder salir de la Luna, después de todo».

Aldrin aún conserva la palanca y el rotulador como recuerdos, pero el rotulador Rocket de Collins, igual al de Aldrin, se puede ver en el Smithsoniano.

Por cierto que hablando de bolígrafos y misiones espaciales, quizás convenga recordar que la NASA nunca se gastó un millón de dólares en diseñar un bolígrafo para sus astronautas.

(Lo del Apolo 11 me lo recordó un tuit de Remco Timmermans).

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