Por @Wicho — 8 de noviembre de 2017

Científico en la página 6

Pepe Cervera escribía hace unos días acerca de Mary Somerville, una mujer extraordinaria que rompió con las convenciones de su época y a finales del siglo XVII y principios del XVIII se dedicó a las matemáticas, la física y la astronomía. Estuvo, por ejemplo, en el grupo de astrónomos que predijeron la existencia de Neptuno a partir de las perturbaciones orbitales de Urano. Y también fue tutora de nuestra admirada Ada Lovelace.

La figura de Mary Somerville resultó ser tan impresionante que William Whewell acuñó la palabra scientist, que en español significa científico o científica, para poder referirse a ella adecuadamente, ya que hasta entonces a las personas que se dedicaban a la ciencia se les conocía como hombres de ciencia o filósofos de la naturaleza y, en caso de utilizar esta segunda expresión, se asumía que eran hombres.

De The Philosophy of the Inductive Sciences, de 1840:

Necesitamos un nombre para describir a quien cultiva la ciencia en general. Me inclinaría a llamarlo científico. Así podríamos decir que, tal y como artista puede ser un músico, un pintor o un poeta, un científico es un matemático, un físico, o naturalista.

Aunque lo cierto es que también podría haber escogido utilizar mujer de ciencia, woman of science, o filósofa de la naturaleza, natural philosopher, que además en este caso se escribe igual para hombres y mujeres.

Yo mismo he contado y escrito esta historia acerca de la invención de la palabra científico varias veces. Pero resulta que es incorrecta si nos referimos al español.

Porque en español la palabra científico, usada para describir a una persona, ya aparece, por ejemplo, en el libro Clamores inconsolables de el agua, y sangría, contra la mala administración y vana esperanza de sus profesores, escrito por el doctor Manuel Martín y publicado en 1738, un siglo antes de la propuesta de Whewell. En concreto aparece en las páginas 6 y 28 del libro:

Poco importa, señor, que Helmoncio, Musitano y sus secuaces se declaren enemigos de mi utilidad, cuando el científico Doleo, afianzado en las grandes indagaciones…

Y buscando en Google Libros no es difícil encontrar referencias más antiguas, como al «científico venerable señor Yñigo López» en Las trezientas, un libro de Juan de Mena publicado en 1566.

Así que no es por quitarle méritos a Whewell, quien también inventó también la palabra físico, por cierto, entre otras muchas más, pero los hispanoparlantes ya habíamos llegado allí antes. Aunque fuera por herencia del latín.

(La referencia al libro de Manuel Martín vía Óscar Pazos un día, hace algún tiempo, en el que habblábamos precisamente de Whewell como inventor de palabras).

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