Cada vez está más claro que uno de los principales causantes del calentamiento global son las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera que producen las distintas actividades de los seres humanos, y de hecho uno de los principales objetivos del Protocolo de Kioto sobre el cambio climático es conseguir la reducción de las emisiones de este y otros cinco gases también relacionados con el calentamiento global en un 5% en el periodo que va de este año hasta 2012.
El problema es que un reciente estudio de científicos del Carnegie Instition for Science parece indicar que no es suficiente con reducir estas emisiones, sino que al parecer, según se puede leer en Stabilizing Climate Requires Near-Zero Carbon Emissions, sería necesario reducir prácticamente hasta cero estas emisiones continuadas para que según el modelo utilizado en el estudio las temperaturas dejaran de crecer.
Y aún así, según este mismo estudio, las temperaturas seguirían estando altas durante unos 500 años después de cesar las emisiones de dióxido de carbono antes de que su regulación natural, básicamente mediante su absorción por océanos y vegetación, pudiera devolver las temperaturas a sus valores normales.
Pero si ya está suponiendo un problema la aplicación del Procololo de Kyoto con sus modestas pretensiones, eliminar las emisones de CO2 totalmente se antoja poco menos que ciencia ficción a menos que estemos dispuestos a cambiar radicalmente nuestra forma de vida, algo que parece poco probable.
De todos modos, en el artículo Exceptional chemical and thermal stability of zeolitic imidazolate frameworks, recién publicado en Science, un equipo de la Universidad de California en Los Angeles habla de como han conseguido resultados realmente excepcionales en la absorción de CO2 mediante unos cristales organo-metálicos conocidos como estructuras imidazolato zeolíticas (ZIF, zeolitic imidazolate frameworks, en inglés) que al parecer son capaces de absorber un volumen de dióxido de carbono 83 veces superior al suyo.
Estructura imidazolato zeolítica vista al microscopio bajo luz polarizada
Además, en las pruebas realizadas estos cristales pueden ser calentados a varios cientos de grados o hervidos en agua o distintos disolventes durante una semana y aún así conservar su estabilidad, lo que los haría adecuados para su uso en plantas productoras de energía y sitios similares.
El método de producción propuesto por los científicos de la UCLA permitiría además la producción de estos cristales utilizando métodos similares a los de la industria farmacéutica, con lo que si el coste y las pruebas de campo son positivos, en un futuro podrían ser una forma muy efectiva de reducir las emisiones de CO2 y, quizás otros gases nocivos, ya que los ZIFs pueden ser fabricados en numerosas variantes que quizás podrían permitir la captura de estos otros gases.
Por si fuera poco, estos cristales no son tóxicos, con lo que una vez gastados se podrían almacenar en lugares como viejas minas o similares sin suponer un peligro para nadie.
(Vía Slashdot y Universe Today.)