Por @Alvy — 28 de abril de 2008

Flemington Markets (CC) ximenatapiaMe pareció bastante interesante y equilibrado este artículo que publicó el New York Times el sábado pasado: Environmental Cost of Shipping Groceries Around the World que tiene que ver el movimiento de alimentos a nivel mundial. Por aquí hemos publicado algunos consejos de sentido común al respecto, como comprar alimentos frescos en vez de congelados y más especialmente consumir alimentos de temporada producidos en zonas próximas; también hemos avisado de posibles excepciones como el artículo de The Guardian que explicaba Cómo el mito de la comida de países lejanos daña el planeta.

Algunos de los datos y conclusiones que más me llamaron la atención de este largo artículo del Times fueron:

  • El bacalao capturado en Noruega se envía a China donde se hace filetes… para luego volver a Noruega para su venta. Ese «largo viaje» se debe a que el coste de procesamiento en China es unas seis veces menor que en Europa, pero si se calculara el impacto medioambiental de transportar todas esas toneladas de bacalao (casi 30.000 kilómetros entre ida y vuelta) el resultado global tal vez no sería muy razonable.
  • Los limones argentinos llenan las estanterías de los supermercados españoles, mientras que a veces los limones españoles se pudren porque simplemente se dejan caer y no se comercializan. Marruecos y Egipto han desplazado a cierto tipo de alimentos españoles como los tomates y ensaladas preparadas, debido a sus menores costes de procesamiento o mano de obra.
  • Gran Bretaña y Australia intercambian 20 toneladas de agua embotellada al año, cada una producida en el otro lugar,aunque básicamente se saben que son… simplemente agua. Las botellas hacen un viaje de unos 20.000 kilómetros.
  • Alimentos cosechados en África pueden llegar a Europa en unos cuatro días, frente a diez días que era lo habitual hace unos años.
  • Las cosas a veces no son lo que parecen: transportar a Europa manzanas, cebollas o cordero desde Nueva Zelanda puede suponer menos emisiones contaminantes que producir esos alimentos localmente. La razón es que si se tuvieran que refrigerar/congelar durante meses esos alimentos aquí, las emisiones serían comparativamente mayores.
  • Pese a todo lo anterior, se ha calculado que las emisiones contamientantes debidas al transporte de alimento sólo suponen un tres por ciento de las emisiones globales, aunque se sabe que aumentan cada año.

En todo esto uno de los problemas apuntados una y otra vez en el artículo es cómo calcular realmente la huella de carbono de la producción y transporte de alimentos. También se explica la problemática que suponen los combustibles libres de impuestos para cierto tipo de transportes. Y cuentan cómo en algunos sitios están experimentando con incluir la información sobre la huella de carbono del alimento en la etiqueta, algo que en algunos comercios ya se intenta indicando al menos su procedencia, pero que podría llegar a detallarse hasta algo así como «sepa usted cuántos kilómetros ha viajado este alimento».

{ Foto (CC) ximenatapia }

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