Por Nacho Palou — 9 de enero de 2018

El Protocolo de Montreal, de 1987, estableció limitaciones en la fabricación y el uso de sustancias que se sabe “agotan considerablemente y modifican la capa de ozono en una forma que podría tener repercusiones nocivas sobre la salud y el medio ambiente.”

A finales del año pasado se detectó una reducción del “agujero” de la capa de ozono, del registro de ozono en la superficie afectada de la estratosfera, similar al que presentaba el problema en 1988.

A pesar de que parte del motivo de la recuperación de la capa de ozono puede estar relacionada con el calentamiento global la NASA también considera que las nuevas pruebas y mediciones confirman que la reducción también tiene que ver con que el Protocolo de Montreal ha sido un éxito en relación a las sustancias que agotan la capa de ozono.

“El tratado internacional prohibió el uso de clorofluorocarburos y compuestos relacionados, que se descomponen en la estratosfera y liberan moléculas de cloro”, explican. “Este cloro agota la capa de ozono y es responsable de crear el agujero en la capa de ozono sobre la Antártida. El agujero de ozono fluctúa cada año, alcanzando un máximo anual al final del invierno austral, generalmente en septiembre.”

Debido a que la temperatura tiene un efecto sobre el “tamaño” del agujero —por eso fluctúa con las estaciones y se ve afectado por el calentamiento global— este nuevo estudio “que mide con precisión los niveles de cloro dentro del agujero de ozono” confirmaría que el Protocolo de Montreal ha funcionado — lo que debería arrojar esperanza sobre otros acuerdos similares en materia medioambiental (o más claramente: en materia de protección de la especie humana.)

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