Tras dos intentos fallidos parece que por fin tendremos dos micrófonos en Marte en 2020.
El primero de estos intentos fallidos lo llevamos a cabo con el Mars Polar Lander, que se estrelló en 1998; el otro fue con el Phoenix Mars Lander, que si bien aterrizó sin problemas el 25 de mayo de 2008 lo hizo con su cámara de descenso, que incluía un micrófono, apagada por temor a que un sutil problema en su interfaz con la electrónica del aterrizador pudiera desestabilizarlo.
Pero según se puede leer en Listen Up! Microphones to Fly to Mars el rover que la NASA tiene planeado enviar a Marte en 2020 llevará no uno sino dos micrófonos.
El primero y las cámaras que lo acompañan nos permitirán oír y ver por primera vez cómo se extiende un paracaídas en la atmósfera marciana. Esto es algo que nunca hemos oído ni visto antes a pesar de que hemos sido capaces de usarlos con éxito, y la NASA espera que los sonidos e imágenes que obtengamos permitan mejorar el diseño de estos paracaídas.
El segundo permitirá escuchar el sonido que hará el láser de la SuperCam al incidir sobre las rocas a vaporizar para analizar su contenido: el tipo de sonido que produzca el láser puede ser utilizado para estimar la cantidad de material vaporizado en cada disparo.
Pero más allá de eso este micrófono de la SuperCam nos permitirá escuchar por primera vez los sonidos de Marte y los sonidos que produzca el propio rover mientras leva a cabo su misión.
Ya teníamos ojos en Marte; con un poco de suerte en unos años tendremos oídos allí.
Y no, ponerle un micro a un aterrizador o a un rover no es tan sencillo como parece: hace falta dinero para diseñarlo y comprobar que no va afectar al funcionamiento de la sonda, dinero para pagar a los técnicos y científicos que lo controlarán, y el peso que supone el micro junto con la electrónica asociada se le resta a otras cosas… Y las misiones espaciales siempre andan escasas de dinero y por lo general tienen problemas de peso.