Por @Alvy — 11 de enero de 2023

Asegurar los satélites y la carga de un cohete no es tarea fácil, pero se hace con cada lanzamiento y es buen negocio

¿Cómo asegurar el dineral que cuesta fabricar un satélite, un telescopio espacial o cualquier otro artilugio que pueda enviarse al espacio y fallar miserablemente sin completar su misión? ¿Qué factores intervienen? ¿Es realmente un buen negocio? Si se piensa en ello como en una tarea de «transporte» la cosa es más sencilla, pero eso no quiere decir que sea algo fácil ni rentable. Y desde luego es mucho más difícil que la asegurar un coche, un equipaje de avión o incluso una vida.

Según cuentan en Half as Interesting, donde han dedicado un vídeo –un poco con exceso de relleno, para mi gusto– la tarea es para las compañías aseguradoras la misma que con otro tipo de objetos que aseguran (ya sean vidas, cargas, premios u otras «predicciones a futuro»): preparar un modelo matemático con todos los datos disponibles para compensar el riesgo y añadirle un margen de beneficio.

Digamos a modo de cálculos de servilleta que si sabes que de cada cien lanzamientos dos salen mal (2/100 = 1/50), cobrando por el seguro 1/50 del valor declarado de la carga ni ganarías ni perderías «a la larga»; basta añadirle un 20%, por decir algo, para tener un jugoso beneficio. Para la propietaria del satélite supondría añadir algo más del 2,4% al coste de desarrollo y listo, no hay que complicarse más.

Una curiosidad llamativa es que suelen hacerse varios seguros encadenados para los satélites, asignados según las distintas fases, aunque a veces ni siquiera se sabe seguro cuál será el tipo de cohete en que se lancen definitivamente ni cuándo:

  1. Mientras están en tierra, almacenados o desplazándose a la plataforma de lanzamiento (meses/años).
  2. Desde el momento de la ignición a cuando llega el cohete llega al espacio y el satélite queda en órbita (seguro que sólo dura minutos/horas).
  3. Mientras el satélite ya orbita plácidamente en el espacio (años).

La tarea no es, empero, nada fácil: no hay tantos lanzamientos en el registro histórico como para que los datos sean estadísticamente muy fiables. Los cohetes en sí y las cargas cambian a menudo –y no es fácil saber cómo se comportarán– y los imponderables parecen siempre demasiados: climatología, problemas técnicos, incluso colisiones una vez en el espacio.

En general las aseguradoras ganan dinero con todo esto, pero la complejidad de los cálculos –o la imponderable fatalidad– ha hecho perder dinero a más de una algún año. Como curiosidad cuentan que a veces hasta se han encontrado con la aparente paradoja de tener que asegurar la carga para un cohete que se sabía quetenía el 100% de tasa de fallos, como el Delta 3 de Boeing (1998-2000): el primero hubo que autodestruirlo, el segundo no llegó a la órbita planeada y el tercero se quedó demasiado corto: sus satélites se dieron por perdidos.

Supongo que esto es una de las razones por las que a SpaceX se le augura un futuro brillante: con sus cohetes reutilizables no sólo abarata los costes sino que realizan muchos lanzamientos y son bastante predecibles. Según la información pública en los últimos 13 años ha habido unos 200 lanzamientos de la «familia Falcon 9», y 198 se han considerado un éxito: un 99% –aunque como siempre todo depende de cómo se defina éxito, claro. Las excepciones fueron una en la que la carga no llegó a la órbita esperada y otra que se perdió la carga en tierra debido a un incendio durante unas pruebas previas al lanzamiento.

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