El 7 de febrero de 2008 el transbordador espacial Atlantis despegaba en la misión STS-122, que tenía como objetivo principal llevar el laboratorio Columbus de la Agencia Espacial Europea a la Estación Espacial Internacional y dejarlo allí instalado.
Tras un lanzamiento sin problemas –aunque retrasado en dos ocasiones– el 11 de febrero el brazo robot de la Estación sacaba a Columbus de la bodega de carga del transbordador para acoplarlo al lado derecho del módulo Harmony, dónde lleva desde entonces. En frente está Kibo, el laboratorio de la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial.
En esta foto Columbus está a la izquierda y Kibo a la derecha porque está hecha desde delante de la EEI
En estos diez años Columbus ha dado 58.464 vueltas a la Tierra y ha producido 800 terabytes de datos –una pila de 30 metros de alto de DVDs– con los resultados de los 1.785 experimentos llevados a cabo en su interior, interior que ha sido visitado por 14 astronautas europeos.
Columbus mide 6,9 metros de largo, tiene un diámetro de 4,5 metros, y pesa 10.300 kilos. Su volumen total es de 75 metros cúbicos, de los que 25 son para la carga útil, que puede llegar hasta los 9.000 kilos. Esta carga útil se reparte en hasta 16 racks en los que también se almacena material para cuando sea necesario y equipos propios del laboratorio.
En total empresas de 10 países europeos trabajaron en la construcción de Columbus, que estaba diseñado para una vida de diez años. Pero como es cada vez más habitual está en perfecto estado de salud, así que el plan es seguir utilizándolo mientras haya EEI. De hecho hay planes para instalarle una plataforma externa bautizada como Bartolomeo en la que se podrán colocar experimentos que tienen que estar expuestos a las condiciones del espacio.