En un motor de iones se carga eléctricamente un gas, habitualmente xenón, lo que lo convierte en un ión, un átomo o molécula con carga eléctrica. Esos átomos cargados eléctricamente se aceleran al pasar a través de unas rejillas metálicas también cargadas eléctricamente que los atraen, y al salir del motor a través de ellas, por el principio de acción y reacción, producen empuje.
Eso sí, aunque son como diez veces más eficaces que los motores cohete tradicionales su impulso es muy bajo, de la escala del que hace una hoja de papel sobre tu mano o el que haces tú al soplar. Pero a cambio pueden estar funcionando literalmente durante años y a fuerza de funcionar mucho tiempo seguido dar una gran velocidad a una sonda.
De hecho este tipo de propulsores han sido usados en numerosas ocasiones en misiones espaciales como por ejemplo en las sondas Dawn, Hayabusa 2 o GOCE.
Pero como con cualquier otro motor en cuanto se acaba el combustible –aunque en este caso en realidad estamos hablando de propelente– los motores de iones dejan de funcionar. Y de hecho fue lo que terminó con la misión GOCE, ya que aunque el satélite estaba en perfecto estado de funcionamiento se agotó el xenón con lo que ya no pudo usar sus motores para mantener su altitud.
Sin embargo un nuevo tipo de motor de iones desarrollado por la Agencia Espacial Europea puede cambiar radicalmente lo que se puede conseguir de un satélite o de una sonda siempre que se esté moviendo en una atmósfera ya que funciona con moléculas de aire que captura según las va necesitando.
Salvando todas las distancias, es como el reactor de un avión, que ingiere aire por un lado y tras inyectarle combustible y encenderlo lo expulsa por el otro lado para producir empuje. Aunque en este caso lo que hace el motor es absorber moléculas de aire y darles una carga eléctrica para que puedan ser usadas como propelente del motor de iones.
El motor ha sido probado con éxito por ahora en una cámara de vacío en la que se han simulado las condiciones atmosféricas a 200 kilómetros de altitud; viene ahora seguir desarrollando la idea para poder incorporarla en el futuro a alguna sonda.
No serviría para Dawn o Hayabusa 2 porque están en el espacio, pero para misiones como GOCE, que orbitaba a unos 200 kilómetros de altitud, u otras similares, incluso en otros mundos, mientras tengan atmósfera, tiene el potencial de ser un motor al que nunca se le acabe el propelente y que pueda seguir funcionando mientras los paneles solares de la onda produzcan electricidad.