Por @Wicho — 5 de marzo de 2018

Tras años incumpliendo plazos y presupuestos en 2011 la NASA fijó un plazo de lanzamiento y un presupuesto para el telescopio espacial James Webb (JWST) que esperaban que fueran definitivos: octubre de 2018 y 8.000 millones de dólares.

Y todo parecía ir de acuerdo con el nuevo plan hasta que a finales de 2016 las cosas empezaron a complicarse de nuevo. Primero hubo que detener una prueba de vibraciones a principios de diciembre porque dio resultados distintos a los esperados, y aunque la prueba en sí no dañó nada los ingenieros del proyecto necesitaron tiempo para investigar qué había pasado. Luego, ya en febrero de 2017, durante una prueba de despliegue del parasol un error por parte del personal de Northrop Grumman provocó unas rajas en éste, además de que uno de los mecanismos de despliegue se quedó atascado. Las dos cosas tiene solución pero también requieren tiempo. Y en mayo se descubrió que 8 de los 16 propulsores del telescopio tenían fugas porque alguien había usado un disolvente equivocado al limpiarlos, con lo que hubo que desmontarlos, mandarlos de nuevo al fabricante, y ver cómo se volvían a colocar en su sitio sin cargarse nada, lo que supuso más retrasos no previstos.

Principales componentes del JWST

Así que en septiembre de 2017 la NASA empezó a tener muy claro que no iban a poder cumplir con la fecha de lanzamiento de octubre de 2018, por lo que reservaron con la Agencia Espacial Europea, que pone el Ariane 5 ECA que va a lanzar el JWST, una ventana de lanzamiento que va de marzo a junio de 2019. Pero Northrop Grumman ya prevé que va a comerse al menos los tres primeros meses de la nueva ventana de lanzamiento, con lo que va a ser muy difícil que el JWST se lance antes de mediados o finales de mayo de 2019.

Esto le deja la empresa sobre mes y medio de margen para solucionar cualquier tipo de problema que pueda surgir de aquí a entonces, con lo que cada vez parece más probable que también se pueda perder esa ventana de lanzamiento que termina en junio de 2019.

No es que el JWST necesite ser lanzado en un momento determinado para alcanzar su órbita de trabajo en el punto de Lagrange L2; el problema es que no pueden tener la plataforma de lanzamiento y las instalaciones necesarias bloqueadas sine die.

Y ojo, porque cada retraso supone además incurrir en gastos extra, así que tampoco queda mucho margen para llegar a ese topo de 8.000 millones de dólares establecido allá por 2011.

Técnicos inspeccionando el espejo del James Webb
Técnicos inspeccionando el espejo del James Webb – Chris Gunn

De hecho un informe recién publicado por la Government Accounting Office (GAO), algo así como el interventor general del gobierno de los Estados Unidos, acerca del estado del telescopio dice que lo más probable es que se vaya a ir de nuevo por encima del presupuesto en vigor.

El informe de la GAO es especialmente duro con Northrop Grumman, el contratista principal del telescopio, a quien acusa de haber estimado fatal la cantidad de recursos humanos necesarios para completar las tareas en el tiempo previsto y también de haber calculado muy mal la complejidad de la tarea de montar el JWST.

Con todo, a estas alturas es altamente improbable que se vaya a cancelar la misión aunque haya que buscar algunos millones de dólares adicionales, pero desde luego estos retrasos y sobrecostes, que parecían controlados, están haciendo mucho daño a la imagen de la NASA; casi nadie le echa la culpa de esto a Northrop.

(Vía NASA Spaceflight).

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