Lanzado el 25 de agosto de 2003 el telescopio espacial Spitzer es uno de los cuatro Grandes Observatorios de la NASA junto con el telescopio espacial Hubble, el observatorio de rayos gamma Compton y el observatorio de rayos X Chandra.
Su nombre honra la memoria del astrónomo Lyman Spitzer Jr., quien en un informe en 1946 para la RAND Corporation propuso la idea de los telescopios espaciales.
De los cuatro es el destinado a estudiar el universo en el infrarrojo. Eso, en palabras de la agencia, le permite estudiar lo frío, lo viejo, y lo polvoriento. Así ha permitido estudiar características previamente ocultas de objetos cósmicos ya conocidos y condujo a descubrimientos y conocimientos que abarcan desde nuestro propio sistema solar hasta casi el borde del universo.
Por ejemplo, Spitzer puede ver cosas demasiado frías para emitir mucha luz visible, incluyendo planetas extrasolares, enanas marrones y materia fría que se encuentra en el espacio entre las estrellas. También ha estudiado algunas de las galaxias más distantes jamás detectadas, lo que permite a los científicos ver esos objetos como eran hace un montón de tiempo. De hecho, trabajando juntos, el Spitzer y el telescopio espacial Hubble identificaron y estudiaron la galaxia más distante observada hasta la fecha. La luz que vemos de esa galaxia fue emitida hace 13.400 millones de años, cuando el universo tenía menos del 5% de su edad actual. En cuanto al polvo interestelar, que abunda en la mayoría de las galaxias¡, Spitzer puede analizar su composición química para aprender sobre los ingredientes que forman los planetas y las estrellas.
Quince años de logros del Spitzer, celebrados en 2018 - NASA
Pero para funcionar a tope el Spitzer necesita mantenerse muy frío; de hecho estaba diseñado para funcionar a -267 ºC. Y para mantener esa temperatura llevaba helio a bordo, que se acabó en 2009. Aún así, dado que está lejos de otras fuentes de calor –está en una órbita similar a la de la Tierra pero cada vez se aleja más de ella– los responsables de la misión se dieron cuenta de que aún agotado el helio se podrían seguir usando dos de los cuatro canales de uno de sus instrumentos para seguir recopilando datos. Así que el Spitzer lleva algo más de diez años funcionando «en caliente».
Sin embargo el hecho de que cada vez esté más lejos de la Tierra tiene un problema: cada vez es más difícil comunicarse con él y cada vez lo será más. Hoy en día se encuentra a unos 254 millones de kilómetros –unas 660 veces la distancia entre la Tierra y la Luna– por detrás de nosotros. A esa distancia cuando el Spitzer apunta su antena hacia la Tierra para descargar datos o recibir comandos sus paneles solares dejan de apuntar hacia el Sol. Así que durante las sesiones de comunicación el telescopio depende de una combinación de energía solar y de baterías para funcionar.
Impresión artística del Spitzer en el espacio – NASA/JPL-Caltech
En las condiciones actuales el Spitzer puede comunicarse con la Tierra durante unas dos horas y media antes de que tenga que girar de nuevo sus paneles solares hacia el Sol para recargar las baterías. Y esa ventana de comunicaciones se va acortando año tras año hasta que por fin la comunicación sería imposible cuando el Spitzer estuviera casi al otro lado del Sol visto desde la Tierra, lo que ocurrirá en noviembre de este año.
Así que tras intentar sin éxito encontrar alguna otra institución que se hiciera cargo del Spitzer la NASA anunciaba a mediados de 2019 que iba a apagarlo, lo que ha sucedido hoy tras casi 17 años en servicio, lo que no está nada mal teniendo en cuenta que la misión original estaba planeada para dos años y medio. Hubiera estado bien que se solapara en servicio con el telescopio espacial James Webb, que también observará el universo en infrarrojos. Pero los continuos retrasos en su lanzamiento lo han impedido.
De todas formas su legado durará mucho más que su hardware, ya que el archivo de datos recopilados a lo largo de todos estos años seguirá siendo utilizado por científicos de todo el mundo.
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