Desde principios de 2018 la NASA está como jugando al ratón y al gato con el observatorio espacial Kepler: su combustible está a punto de acabarse, con lo que la agencia tendrá que decidir cuando lo apaga, aunque al mismo tiempo están intentando sacarle todo el partido útil posible.
En su modo de funcionamiento actual el Kepler realiza campañas de observación de 84 días antes de tener que moverse para evitar que el Sol se meta en su campo de visión. Al final de ellas tiene que apuntar hacia Tierra con su antena para enviar los datos que ha ido almacenando. Y tanto para mantenerse inmóvil para detectar nuevos planetas extrasolares como para apuntar hacia la Tierra con su antena necesita combustible. Combustible que domo decíamos se está acabando.
Por eso, ante nuevas señales de que el Kepler se estaba quedando sin combustible, la NASA decidía a principios de julio recortar la Campaña 18 de observación y quedarse con los 51 días de datos que en ese momento almacenaba el Kepler. Esos datos fueron transmitidos a Tierra a principios de agosto, aprovechando el «slot» que el Kepler tenía reservado en la Deep Space Network.
Y a finales de agosto arrancaba la Campaña 19, campaña que también hubo que recortar a finales de septiembre para preservar sus datos, que y se encuentran sanos y salvos en Tierra tras su transmisión aprovechando el «slot» de transmisión de principios de octubre de 2018.
Así que la NASA de nuevo está ante la disyuntiva de si ordenar al Kepler que arranque una campaña más o si por fin tienen que apagarlo para siempre. Pero aún cuando lo apaguen el legado del Kepler seguirá dando trabajo durante años a científicos de todo el mundo.