Aunque los cohetes son una cosa espectacular lo cierto es que son muy poco eficientes: un Ariane 5 ECA como el que se utilizará para lanzar el telescopio espacial James Webb tiene una masa al lanzamiento de 770 toneladas para una carga útil con destino al punto de Lagrange L2 de 6600 kg.
Esto es una eficiencia de aproximadamente un 0,85 por ciento, y obliga a los diseñadores a hacer encaje de bolillos para repartir la masa disponible entre la estructura del satélite, sus sistemas básicos, el combustible que lleve a bordo, y su carga científica o útil.
De hecho la New Horizons no paró al llegar a Plutón porque no había forma de lanzarla con la cantidad de combustible suficiente a bordo como para que llegara a su destino en un tiempo razonable –y aún así tardó algo más nueve años en llegar allí– y para que pudiera frenar.
Además de la masa otro límite de los lanzadores está también en el volumen máximo que se puede meter dentro de la cofia protectora que evita que las fuerzas aerodinámicas destrocen la carga durante el lanzamiento.
Modelo a tamaño real del JWST – NASA
Así que además de ahorrar en el peso toca ver si y cómo se puede meter el satélite a lanzar dentro del cohete que lo tiene que lanzar; por eso el James Webb despegará plegado sobre si mismo para luego irse estirando, como saliendo de un sueño, mientras viaja hacia el punto de Lagrange L2, tal y como se puede ver en el vídeo de arriba.
Encapsulado del JWST en el Ariane 5 – ESA/NASA
No es algo que a ningún ingeniero le haga ilusión más allá de diseñar el mecanismo que lo permite, ya que añade posibles puntos de fallo al diseño, pero mientras no inventemos la anti gravedad o montemos unos astilleros espaciales como es debido es lo que hay.