Por @Alvy — 23 de febrero de 2019

Hoy en día podemos ver imágenes aéreas y de satélite de prácticamente cualquier lugar de la Tierra desde nuestro teléfono móvil mientras esperamos en la cola de la charcutería. ¡Vivimos en el futuro! Pero hace cincuenta años esto era alta tecnología de espías y de hecho supuso una de las mayores «carreras tecnológicas» entre los Estados Unidos y la Unión Soviética: espiar al vecino y conseguir imágenes de su territorio sin que pudieran hacer nada por impedirlo.

En este vídeo de Curious Droid se cuentan estupendamente los esfuerzos del programa de satélites de reconocimiento Corona, llamados eufemísticamente «de reconocimiento» por no decir a las claras «de espionaje». Comenzaron a operar en 1959 y eran un intento de evitar los problemillas propios de las fotos desde aviones a gran altitud, como el caso del U‑2 de Gary Powers cuando fue derribado sobre terreno soviético. Estos satélites estaban en una órbita polar baja (160 km de altitud) y recorrían el globo terrestre a gran velocidad.

¿El problema? La tecnología de los años 60 para transmitir fotografías y vídeo de calidad no existía, de modo que lo mejor que podían hacer era preparar las mejores lentes, teleobjetivos y la mejor película fotográfica buscando la mayor nitidez. Al principio los teleobjetivos de 610mm y la película de 70mm proporcionaban «píxeles» –aunque en realidad no había píxeles, sino «detalles»– de unos 7 metros; con el tiempo se logró mejorar hasta 1,5 metros. Comparativamente Google Earth ofrece hoy en día zonas con píxeles equivalentes a 50-60 cm.

¿El otro problema? Estamos hablando de película fotográfica física, larguísimos rollos que debían guardarse, sellarse y de algún modo enviar a tierra para revelar y examinar. La solución era lanzarlos desde el espacio en unas «cápsulas de reentrada» que resistieran las altas temperaturas y posibles golpes, abriendo unos rudimentarios paracaídas para que pudiera ser capturadas con aviones en los lugares previstos. Si suena a «invento de ingeniero loco» es porque un poco lo era. Pero funcionó, al principio no se recuperaban más que el 6 por ciento de las cápsulas.

Con el tiempo se mejoraron todas las técnicas para garantizar cálculos de posición más precisos en la reentrada, mayor resistencia, mejores paracaídas y métodos de detección y captura más eficientes desde varios aviones. Si las cápsulas caían al mar, flotaban, pero gracias a un sensor de salinidad podían hundirse automáticamente a las 48h, evitando así que el enemigo las pudiera encontrar.

Toda esta tecnología vino muy bien en las décadas posteriores para todas las misiones espaciales: Gemini, Mercury, Apollo… Pero los satélites Corona y todos sus avanzados sistemas fotográficos no duraban mucho: tenían una vida útil de unas pocas semanas. Por eso se ganaron el apodo de

Las cámaras de usar-y-tirar más caras del mundo.

aunque una cosa es lo que costaran y otra el valor de la «inteligencia» que proporcionaban, que debió ser mucha.

Aquí otros estupendos vídeos de Curious Droid:

Y algunos enlaces sobre satélites, espías e imágenes desde gran altitud:

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