La Estación Espacial Internacional durante la Expedición 1. De izquierda a derecha: la Soyuz TM-31, Zvezda, Zarya y Unity – NASA
El 2 de noviembre de 2000 a las 9:21:03 UTC la cápsula espacial tripulada Soyuz TM-31 atracaba en el módulo Zvezda de la Estación Espacial Internacional (EEI). Este momento marca el arranque de la Expedición 1 a la Estación, aunque tardaron otros 90 minutos en entrar en ella mientras hacían las pertinentes comprobaciones de la estanqueidad de la unión entre ambas naves.
No era la primera vez que alguien subía a bordo de la EEI pero desde entonces ha estado permanentemente habitada. En ocasiones por un mínimo de dos personas; en ocasiones por un máximo de 13. Pero siempre ha habido alguien a bordo; habitualmente seis personas desde que se terminó su ensamblado inicial en 2011. En total 241 personas de 19 países han visitado la Estación hasta ahora.
A bordo de la TM-31 iban Yuri Gidzenko y Sergei Krikalev de Roscosmos y William Shepherd de la NASA, quienes se encontraron con una Estación compuesta por tres módulos: Unity, Zarya y Zvezda.
Shepherd fue el primer comandante de la EEI
Pero en 2011 ya eran 15 módulos. Desde entonces se ha añadido el módulo hinchable Bigelow y aún quedan por llegar varios módulos rusos más, dos de ellos también presurizados. Se puede considerar que la mayor parte de los diez primeros años de la Estación estuvieron dedicados a su ensamblado, aunque el proceso se vio ralentizado por el desastre del Columbia. Pero desde entonces, aunque el mantenimiento ocupa una parte importante del tiempo de sus tripulantes, el énfasis pasó claramente las investigaciones científicas y técnicas hechas en condiciones de caída libre, algo que no se puede replicar en tierra. Y desde no hace mucho el segmento estadounidense se ha abierto a su uso comercial.
La Estación mide 72,8 metros de largo, 108,5 de ancho, y unos 20 metros de alto; su volumen presurizado es de unos 916 metros cúbicos, equivalentes al espacio interior de un Boeing 747. Orbita la Tierra a una altura de unos 500 kilómetros y a una velocidad de unos 28.000 kilómetros por hora; cuando da la luz en sus paneles solares al amanecer o al atardecer es muy fácil verla desde tierra a simple vista.
La Estación Espacial Internacional en octubre de 2018 vista desde la la Soyuz MS-08. Zvezda, Zarya y Unity están en la parte inferior de esta fotografía – NASA
Pero si la EEI es la que nos ha permitido llevar veinte años seguidos en el espacio no es menos importante la tarea que hacen las naves de carga que aseguran el suministro de consumibles y materiales necesarios a bordo. Consumibles como el aire y el agua y la comida que necesitan los tripulantes, aunque desde hace años se recicla su orina con lo que la necesidad de agua nueva ha disminuido. Materiales como piezas de repuesto, ropa, elementos para los experimentos, etc. De esta tarea se han venido encargando la Progress rusas, los ATV europeos, los transbordadores espaciales de la NASA, las Dragon de SpaceX, las Cygnus de Northrop Grumman y los H-II japoneses.
Para llegar a bordo se utilizaron tanto las Soyuz rusas como los transbordadores espaciales. Pero las Soyuz se quedaron solas en esta tarea desde la retirada del servicio de los transbordadores en 2011. Aunque la Crew Dragon de SpaceX está a punto de entrar en servicio. El disponer de al menos dos naves tripuladas capaces de alcanzar la EEI que además se lanzan con dos cohetes distintos añade redundancia al sistema, haciéndolo más seguro. Lo mismo pasa con las cápsulas de carga, pues aparte de ser diferentes entre sí todas se lanzan con cohetes distintos.
Lo que no está demasiado claro es el futuro de la Estación Espacial Internacional. Algunos de sus módulos llevan en órbita desde 1998. Y eso es un montón de tiempo en las duras condiciones del espacio; algunos módulos tienen sus achaques. Pero desde el punto de vista técnico parece haber un cierto consenso en que no habría demasiados problemas para mantenerla en servicio hasta 2030.
El problema puede ser más político que técnico. Los Estados Unidos –y por ende la NASA– parecen dispuestos a apostar por ello; de hecho hay aprobada legislación al respecto. Pero Rusia, el otro socio mayoritario de la Estación, no lo tiene tan claro. Al menos no desde el punto de vista político y la cosa depende de cómo se lleven una semana determinada los dos gobiernos. El resto de los socios probablemente irán a rebufo de lo que decidan los otros dos.
No hay que olvidar tampoco que la NASA tiene puestos sus ojos en la Luna y en la futura estación orbital lunar. De hecho esta semana la NASA y la Agencia Espacial Europea firmaron el acuerdo de colaboración para trabajar en ella. Pero también depende mucho del resultado de las elecciones a presidente de los Estados Unidos que se celebran mañana. Si Trump renueva en principio no habrá muchos cambios; a fin de cuentas el empuje –algo alocado– de volver a la superficie de la Luna en 2024 es suyo. Si gana Biden está por ver si se mantiene el impulso o no.
Por otro lado está la posibilidad de que empresas privadas como Axiom, Bigelow o Blue Origin, por citar algunas, lleguen a establecer algún tipo de estación espacial.
Y no hay que olvidar tampoco que China planea lanzar los primeros módulos de su propia estación espacial –que está dispuesta a abrir a la colaboración internacional– en 2021.
Así que aunque no podemos saber cuándo terminará la historia de la Estación Espacial Internacional creo que es probable que entre los años que le quedan y las iniciativas que están en marcha no es difícil que podamos seguir aumentando la cuenta de tiempo que nuestra especie ha permanecido ininterrumpidamente en el espacio.
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