En cuatro perlas de sabiduría concentradas que ha soltado para la BBC el cineasta –y fotógrafo– Wim Wenders (París, Texas; Cielo sobre Berlín) explica por qué cree que los móviles han matado a la fotografía:
El problema con las fotos de los iPhones es que nadie las ve después. Ni siquiera la gente que las hace las mira después.
Eso me recuerda lo divertidamente absurda que es la gente que se compra un estupendo y carísimo equipo fotográfico y atesora miles y miles de fotografías pero nunca las comparte para que nadie las vea y mucho menos las utilice. Una actitud huraña donde las haya.
Los filtros: cuanto menos tienes, más creativo te vuelves. No es precisamente un signo de creatividad que puedas darles tantas «vueltas» a las fotos.
¿Cómo era aquello? Ah, sí que las limitaciones son la fuente de la creatividad, decían.
Yo también me hago selfies, claro. Pero eso no es fotografía. Al menos no más que decir que «mirarse en un espejo» es un acto de fotografía.
Mucho se podría escribir sobre la selfie-adicción, pero basta echar un vistazo a las redes sociales fotográficas o las cuentas de las influencers para darse cuenta de que lo que más interesa a la gente es la vana imagen de sí misma.
La fotografía se inventó para ser una especie de testimonio más realista del mundo que la pintura. Pero ya no existe ese vínculo con el concepto de «verdad». La gente mira las fotos y piensa «algo han hecho».
Si sólo aceptáramos «recortar y calibrar» como ajustes válidos, el 99% de las fotografías actuales quedarían en fuera de juego.