Cuando a principios de los noventa se creó la web, que ahora es sin duda el más popular servicio de Internet, sus capacidades multimedia iban poco más allá de insertar imágenes en las páginas. La interactividad tampoco era gran cosa y apenas iba más allá de permitir hacer clic en los enlaces y enviar datos mediante formularios. Por eso, cuando Macromedia lanzó en 1996 el módulo que permitía incrustar programas hechos en Flash dentro de páginas web su éxito fue prácticamente instantáneo, pues evitaba estas limitaciones de las páginas web.
Así, aunque Flash no es un estándar aprobado por el W3C, que es el organismo que regula el funcionamiento de la web, sino una tecnología propietaria de Adobe, el soporte en los distintos navegadores y sistemas operativos se había convertido en un estándar de facto, al menos hasta que Apple sacó el iPhone al mercado.
Aduciendo problemas de prestaciones y de excesivo consumo de batería, Apple decidió no incluir soporte para Flash en el iPhone, algo por lo que fue duramente criticada, aunque no es ni de lejos el único smartphone al que esto le pasa. Además, Apple siguió en sus trece con los modelos siguientes del iPhone, e incluso con el iPad, que tiene un procesador que probablemente sí podría manejar más o menos fluidamente Flash.
Pero lo cierto es que los estándares abiertos como HTML5, CSS y JavaScript por los que está apostando Apple, e incluso la propia Microsoft, han ido recibiendo importantes mejoras que a estas alturas les permiten hacer lo mismo o casi lo mismo que con Flash.
Aunque también es cierto que Apple podría haber optado por dar la opción a sus usuarios de decidir si usar Flash o no y no optar por obligarlos, que es casi lo que más se le critica. Así que quizá en este caso no es la razón sino las formas lo que le falla a Apple.
{ Publicado originalmente en La Voz de Galicia, donde colaboramos habitualmente }