Por @Alvy — 6 de mayo de 2022

En el canal de Chris Staecker hay muchos vídeos sobre antiguos artilugios para calcular, pero estas las sumadoras mecánicas portátiles son quizá uno de los mejores ejemplos del ingenio humano. Las retrocalculadoras servían para sumar largas columnas de números, pero la gran ventaja era su portabilidad: pesaban una o dos onzas (eso son menos de 50 gramos) y se podían llevar en el bolsillo. Al ser tan pequeñas incluían un lápiz/puntero/punzón metálico para realizar las operaciones.

Por aquí ya hemos descrito la Arithma Addiator, una pequeña maravilla de 1920. Pero hay otra más básica todavía que es la sumadora de A.M. Stephenson, de 1870, que parece una versión miniaturizada de la sumadora de Pascal de 1642. Es más pequeña que una tarjeta de crédito y sólo pesa unos 25 gramos. Tiene únicamente dos cifras y estaba pensada para sumar rápidamente columnas de números de una cifra, dando como resultado dos cifras, es decir entre 00 y 99. Alguien se entretuvo en grabarla en vídeo mediante rayos X, y se puede ver lo «ingenioso e interesante de su simple mecanismo».

En esta calculadora Los números del 1 al 9 que se suman se marcan en la rueda de la derecha, al estilo de los teléfonos antiguos «de rueda», hasta la posición que encaja en la parte superior de la rueda. Si al marcar la cifra se supera el 10 entonces la rueda de la izquierda se incrementa con el acarreo, pudiendo llegarse a leer hasta el número 99 como resultado. Es tan simple que no sirve ni para restar. Para ponerla a cero hay que mover las ruedas al revés hasta la posición 0 0.

Hoy en día podemos cuestionar su utilidad; sumar columnas como 8 + 6 + 7 + 5 + 3… no parece un gran reto. Pero ¿qué más se le podrían pedir a unas piezas de metal de 25 gramos en el siglo XIX? En aquella época quizá la gente no era tan buena con las operaciones matemáticas sencillas, o hacer cálculos metales tal vez no fuera algo tan habitual… o era común equivocarse. Aunque se vendía como curiosidad (le salieron muchas imitaciones) dicen que venía bien a los carteros, a los profesores que tenían que sumar largas listas de notas en clase y a quienes trabajaban en fábricas.

Hoy en día las máquinas hacen todo eso por nosotros, pero el encanto de estos pequeños artilugios sigue estando ahí. Aunque parece obvio que sería mejor idea si tuviera más ruedas y más cifras, también sería más complicada. Dicen que cuando le propusieron a Stephenson reducirla a su mínima expresión porque hacerla con cuatro sería «una estupidez, algo mucho más complicada», exclamó: «Con dos sería estúpidamente simple, ¡hagámoslo!»

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