Soporta los golpes, su reducido tamaño le permite llegar a casi todas partes y sus características «propias de insecto» lejos de amedrentar a los humanos lo hacen más achuchable. Se trata de un dron montado sobre un cardán y llamado simplemente Gimball – un juego de palabras entre bola y cardán. Es un invento de unos ingenieros suizos tan simple como aparenta, que ha superado varias fases como prototipo y parece comportarse adecuadamente en un montón de situaciones.
Aunque como siempre, surgen cuantas cuestiones: ¿pueden tener problemas con él las personas de pelo largo? ¿no es un tanto inquietante que la cámara esté grabando todo el rato? ¿Y ese buzzzz continuo no resultará molesto?
Lo más interesante que es a la vez el secreto de su estabilidad es que se trata de un mecanismo de suspensión Cardán, tan ingenioso como antiguo –dicen que de los tiempos de los egipcios– en el que la pieza del centro puede mantener su orientación aunque las otras dos se muevan, y así en varios ejes. Se emplea en todo tipo de mecanismos, desde vehículos a steady-cams y giróscopos.
(Vía In The Making.)