Por @Alvy — 17 de marzo de 2014

272C4

Sigue habiendo mucho debate sobre si es mejor trabajar con un monitor gigantesco o dos algo más pequeños: si más superficie útil te hace más eficiente y productivo, si es bueno o malo ergonómicamente hablando o si poder tener más ventanas abiertas aumenta las posibilidades de que te despistes y tiendas a procrastinar.

Consideraciones psicológicas aparte, vengo hace un tiempo utilizando como monitor secundario un Philips Brilliance LCD 272C4 que amablemente nos cedió MMD para pruebas; y es que la mejor manera de comprobar si resulta algo es cómodo y conveniente es usarlo en el día a día. Y en este caso, así es. De hecho mi escritorio suele tener más de dos, tres y a veces incluso cuatro pantallas y minipantallas con diversa información: el monitor principal, uno segundo con paneles de control, analíticas y alertas –o incluso para ver la tele o alguna película– y el iPad o el iPhone con ciertas aplicaciones ocasionalmente abiertas, como Tweetbot o el reproductor musical o de podcasts para no gastar píxeles del preciado espacio natural.

El Brilliance 272C4 es un W-LED Quad HD de 2560× 1440: casi 4 millones de píxeles en 27 pulgadas panorámicas; un tamaño y proporciones adecuadas para ver y editar películas, fotografías y muchas otras labores. Su densidad de píxeles es 109 ppp, el contraste es 20 millones a 1 y se puede trabajar a la máxima resolución a 60 Hz. Gran parte del tiempo lo ha pasado incluso como monitor principal de mi Macbook Air, aunque también lo probé con otros equipos para comprobar el rendimiento y posibilidades gráficas. Para que pueda ser utilizado como monitor principal incluye webcam (USB), micrófono y altavoces. Tiene sus menús en pantalla, posibilidad de mostrar doble imagen (desde dos entradas simultáneas) y la tecnología PowerSense de ahorro de energía si no hay una persona frente a él. (Su consumo encendido son unos 40-50W).

En cuanto a entradas de vídeo cuenta con un DisplayPort, un DVI-D, dos HDMI y entrada independiente de audio. Lo mejor es asesorarse con un profesional de cuál es el adaptador o cable más conveniente para el equipo que se vaya a utilizar: dada la variedad de conectores y cables que hay hoy en día no es tarea fácil, especialmente porque hay que dar con la opción que garantice la resolución máxima. Yo lo probé con diversos cables junto con un iMac con doble tarjeta gráfica y un Macbook Air, aunque el software que lleva es solo para Windows y tuve que hacer más de una prueba. Con un PC y una buena tarjeta gráfica no hay problema para aprovechar toda su resolución.

En cuanto a su funcionamiento, es sencillo una vez se configura por primera vez – lo cual todo sea dicho no es tampoco muy complicado. Un botón en la parte inferior derecha permite cambiar el modo MultiView (dos pantallas en una) y otro acceder al modo SmartImage, que básicamente son valores predefinidos para trabajar con aplicaciones de texto, fotografía, películas, videojuegos… Si se configura el sensor de proximidad se puede lograr que se apague o encienda cuando nos alejamos o acercamos a él; también tiene diversos modos de ahorro para consumir menos – ideal si se usa como pantalla secundaria y no se necesita todo el brillo.

En cuanto a los detalles que me parecieron mejorables están los botones frontales, que al no resaltar sobre el marco producen el incómodo efecto de no saber si realmente los estás pulsando o no. También se echan en falta algunos USB extra para organizar los cables, algo normal en otros modelos incluso del propio Philips. También me extrañó en cuanto a ergonomía que aunque puede inclinarse entre -5 y 20 grados no puede subirse y bajarse como sucede en otros modelos, algo que dependiendo de la mesa en que se vaya a instalar habría que tener en cuenta.

Por otro lado su precio recomendado –unos 589 euros– lo convierten en un buen compañero para quien necesita algo más potente que una simple pantalla tonta, sin tener que gastar un dineral pero pudiendo confiar en una marca tradicional en este tipo de dispositivos.

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