He estado probando un Pixel de TrackR, uno de esos dispositivos diseñados para ayudarte a encontrar las llaves, tu bolso, tus hijos, o cualquier cosa a la que puedas sujetarlo.
Es un cacharro algo más grande y grueso que una moneda de un euro que se conecta por Bluetooh de bajo consumo al móvil, lo que permite que su batería dure meses, entre otras cosas porque el móvil es el que en realidad hace todo el trabajo duro.
Así, mientras hay conexión entre el móvil y el Pixel el primero va almacenando periódicamente la posición –obtenida mediante GPS– en la que están –dado que Bluetooth tiene un alcance limitado se sigue que si el móvil y el Pixel están en contacto es que están cerca.
La gracia de todo esto es cuando te das cuenta de que no encuentras las llaves. Entonces abres la aplicación de TrackR en el móvil, disponible para Android e iOS, que te indicará el último lugar en el que tuvo contacto con el Pixel. Puede que tengas muy claro cual es –la oficina, por ejemplo– con lo que te bastará ir hasta allí y cogerlas, suponiendo que siempre dejes las cosas en el mismo sitio. Si no sabes llegar, la aplicación es capaz de pasar la localización a la aplicación de mapas que tengas por defecto para que te lleve allí.
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Una vez en el lugar en el que se supone que están las llaves (o, insisto, tu bolso, tu bici, tus hijos, o lo que sea) es cuando entra en juego la localización mediante Bluetooth, a menos que sepas exactamente dónde has dejado lo que buscar. Aunque esta no es para nada como podemos imaginar en las películas, pues no da indicaciones exactas en metros y grados sino que muestra hasta seis segmentos que indican la proximidad relativa del móvil y del Pixel según la potencia de la señal Bluetooth. La actualización de esta información no es, además, excesivamente rápida, lo que requiere moverse un poco en modo astronauta, aunque la aplicación al menos sí indica si te estás acercando o alejando.
Otra opción es activar el altavoz del Pixel desde el móvil, que suena con un sonido agudo que ayuda a localizarlo, aunque si está metido dentro de un pantalón, en una bolsa o un cajón lo más probable es que no lo oigas; al activar el altavoz también se activa una luz en el canto del Pixel. También es posible hacer sonar el móvil manteniendo apretado el botón del Pixel si lo que has perdido es el móvil.
El Pixel es la versión modernizada del Bravo. La diferencia más obvia es que éste es plástico mientras que el Bravo tenía un acabado metalizado, lo que es mejor, porque se raya menos; la otra es que el altavoz suena más fuerte. Otra diferencia que he observado es que la conexión Bluetooth es más estable con el Pixel que con el Bravo, que tendía a hacer sonar la alarma de alejamiento aún estando al lado del móvil o incluso a perder la conexión sin más.
La alarma de alejamiento es otro truco del Pixel (y del Bravo), pues se puede configurar la aplicación para que haga sonar una alarma en el móvil tan pronto como detecta la desconexión entre ambos, aunque se pueden definir áreas seguras como por ejemplo tu casa u oficina en las que esta alarma no salta por si te levantas a coger un café, por ejemplo. Estas áreas las define la presencia de una red wifi determinada.
El truco final del Pixel es su GPS colectivo, que le permite comunicar su posición a otros móviles en los que esté instalada la aplicación aunque no sean el del dueño. La idea de esto es que si lo pierdes y no aparece donde se supone que lo dejaste –como por ejemplo si te roban una bici– hay más probabilidades de que lo puedas encontrar si otros usuarios lo pueden detectar. Claro que para que esto funcione es necesario que haya una cierta densidad de usuarios en la zona en la que te mueves.
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Por 29 euros en Amazon no es un producto caro si eres de aquellas personas que van siempre perdiendo cosas y quieres reducir el tiempo que pasa buscándolas. Pero eso sí, tienes claras las limitaciones del Pixel, que tampoco hace magia.