El Samsung Galaxy Note 7 pasará a los anales de la historia de la empresa aunque sólo sea por haber conseguido que aerolíneas de todo el mundo estén dando un aviso de seguridad específico para ese modelo por su inquietante tendencia a incendiarse.
Una vez asumido que el problema no era de algunas unidades sueltas sino del diseño del aparato la empresa detuvo su producción y venta y ofreció a quienes lo habían comprado el cambio por otro modelo.
Sin embargo muchos compradores siguen aferrándose a sus Note 7 porque dejando aparte eso de que se incendia el cacharro estaba muy bien.
Claro que Samsung, para evitar posibles problemas está haciendo todo lo posible para recuperar esas unidades… Y una de las medidas que ha adoptado es la de bloquear el acceso a redes móviles de los Note 7 mediante una actualización de software, lo que sin duda los hace bastante poco útiles. El primer país agraciado con esto fue Nueva Zelanda y ahora parece que a partir del 15 de diciembre le tocará a Australia, y nada indica que esta medida no se extienda a todos aquellos países en los que llegó a comercializarse el modelo.
Con anterioridad Samsung ya había limitado el máximo de carga de las baterías de los Note 7 a un 60% de su capacidad, también mediante una actualización de software.
Es cierto que ya circulan por ahí hackeos para saltarse estas limitaciones, pero no todos los usuarios van a ser capaces de llevarlos a cabo.
Y por muy buena intención que pueda tener Samsung todo esto para mí renueva un debate que cada vez tiene más importancia: en un mundo en el que cada vez más dispositivos dependen de su software «de a bordo» para funcionar, ¿de quién son estos dispositivos en realidad?
Muchas veces –cada vez más– no compramos lo que creemos que compramos.
{Foto: Galaxy Note 7 security Bulletin – CC elisfkc}
(GSM Arena vía Andro4all y Voltaico).
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