Es difícil no haber oído hablar de Akihabara, el barrio de la electrónica, el manga, los videojuegos y el anime de Tokio. En YouTube hay infinidad de vídeos de turistas curiosos y youtubers recorriéndolo de una lado a otro, así que es fácil entretenerse viendo vídeos del lugar. A mi el otro día tras entretenerme un buen rato con los vídeos sobre el mercado de Yiwu en China me apareció este otro de Scott de Strange Parts. Es interesante porque además de ser un gran hacker de la electrónica y un estupendo divulgador su amigo John de Only in Japan le hace de cicerone porque lleva 20 años viviendo allí. Ambos están muy interesados en los productos electrónicos, el «hágalo usted mismo» y los chismes viejunos en general.
El lugar tiene su encanto, incluyendo que además de tiendecitas de tipo bazar de todos los tamaños –pero sobre todo pequeñas y dedicadas– hay «rarezas» por todas partes. Máquinas expendedoras, expositores de productos sin nadie que venda en persona porque los propietarios decidieron que era mejor dejarle el espacio a una máquina o poner un código y que lo entregue un encargado… De todo. También hay objetos vintage de los 80 y 90 como cintas de casete y de vídeo; placas y componentes reciclados pero en perfecto estado, procedentes de equipos antiguos que se encargan a medida, televisores «de tubo»…
También están las famosas y ubícuas máquinas de cápsulas donde por unas monedas se compran «cápsulas sorpresa» esféricas con regalos en el interior: muñecos, piezas para montar, quien-sabe-qué… Están por todas partes y suelen ser «de calidad» –aunque todo es relativo– y a diferencia de las de las tiendas para niños, las de Akihabara suelen ser altamente «especializadas». De hecho Scott y John encuentran una que vende chips de audio de antiguas máquinas de videojuegos, que se pueden montar en una placa para disfrutar la música, pero no para jugar.
Según cuenta John el lugar es una especie de barrio fascinante donde se puede encontrar cualquier cosa, desde radios –miles de radios– a las últimas chorradas electrónicas o las más viejas piezas que todavía funcionan. Es además el lugar de peregrinación de los otakus, que según explican se «clasifican» en otakus de los mangas, del anime, de la fotografía, de la electrónica… De hecho afirma que los otaku están en un nivel de frikismo superior al de los geeks (!)
La gracia del lugar no es tanto encontrar algo –porque haber, hay de todo– sino conseguir la mayor rareza y hacerlo a precio de ganga. Por ejemplo Scott cuenta que consiguió una Polaroid original por 3 dólares, a la que luego le quitó las tripas para restaurarla con resuestos –difíciles de encontrar– para montar un modelo completamente funcional (toda la verdad sea dicha: creo que no lo consiguió). También se pueden encontrar videojuegos rarísimos caídos en el olvido y toneladas de mangas, quizá porque las editoriales que los publican están situadas cerca del barrio.
Definitivamente, un sitio calificable de «visita obligada».