Este artículo se publicó originalmente en Cooking Ideas, un blog de Vodafone donde colaboramos semanalmente con el objetivo de crear historias que «alimenten la mente de ideas».
Nos pasamos el día conectados y compartiendo pequeños instantes con los amigos y conocidos de las redes sociales pero… ¿A cuántos conocemos realmente? ¿Es lo mismo conocerlos online que haber compartido con ellos algún tiempo en persona? ¿Cómo se definirán esos grados de amistad y conocimiento de la gente en el futuro?
Con la llegada de Google+, la esperada red social de Google, se ha repetido el ritual de siempre para quienes gustan de estar a la última en lo que se refiere a las redes sociales: conseguir una invitación, darse de alta, buscar a los amigos, invitarlos a participar, agruparlos en «círculos»… Google+ atrajo multitudes en cuestión de días –más de 20 millones en unas pocas semanas– y para Facebook, Twitter o Tuenti será sin duda un rival importante.
Tal vez en Google+ es donde más de cerca se haya planteado esa curiosa característica de la vida digital, pues permite fácilmente agrupar a la gente en círculos según cualquier temática, cercanía o clasificación imaginable, para compartir con unos sí pero con otros no según qué tipo de cosas. Amigos, conocidos, familiares, colaboradores del trabajo, gente virtual… Se puede etiquetar a la gente y a las «entidades vivas de la red» de cualquier forma, lo cual es todo un avance por ejemplo en cuestiones de privacidad.
Si hace tiempo nos preguntábamos qué era exactamente un amigo en una red social ahora podemos decidirlo en base al criterio que queramos, sin quedarnos en los tradicionales amigo/familia/contacto. Hay quien distingue, por ejemplo, entre gente a la que nunca ha visto en persona y permanece en el terreno virtual de Matrix de aquellos a quienes he visto y con los que he compartido al menos una comida o unas cervezas. Tal vez suene anticuado, pero resulta práctico y además obedece a ese eterno y sabio consejo de «no te fíes de los desconocidos».
Sin embargo, como bien ha demostrado Internet, es más que posible conocer bastante bien a la gente sin haberla visto o hablado con ella en persona anteriormente. Hace poco tuve la ocasión de pasar un fin de semana con alguien a quien solo conocía virtualmente, pero con quien había compartido suficientes correos, mensajes y debates online durante cinco años como para tener más o menos claro cómo era. Y la sensación, puedo asegurarla, era como la de volver a ver a un viejo amigo que se hubiera ido a vivir al extranjero y con el que no tenías contacto directo desde hace años – pero con el factor añadido de lo divertido que es descubrir cosas evidentes –en persona– de las que no tenías ni idea.
Dicen los expertos –y seguramente aciertan– que nuestras «personalidades online» son versiones mejoradas de nosotros mismos. La gente tiende a resaltar lo bueno y atractivo de sí misma y obviar los detalles incómodos o que por alguna razón no le gustan. El ejemplo más evidente es –obviamente– las fotos de los avatares, que aunque parezcan de aspecto descuidadas puedes asegurar que han sido seleccionadas y elegidas cuidadosamente por sus propietarios en función de lo que quieren mostrar… u ocultar. Podría resumirse en: poca gente es tan guapa como en su avatar, ni tan lista como lo que ha escrito, ni tan creativa y artística como indican sus fotos.
En los círculos sociales suelen usarse términos como desvirtualizar o reconocer cuando se conoce por fin en persona a alguien a quien solo se conocía antes «virtualmente», ya fuera por correo, foros o por teléfono. También está el reencuentro, en el uso tradicional, para hablar de personas a con las que hace años o décadas que no se tiene contacto real. Si hubiera una extensión mágica en el programa de correo que indicara fácilmente y con bonitas gráficas cuánto «tiempo Matrix» y cuánto «tiempo real» llevas sin contactar con algunos de tus conocidos, amigos o familiares, seguramente te sorprenderías.
Ned Batchelder experimentó recientemente un reencuentro en persona con alguien a quien no veía hace décadas. Gran sensación. Se preguntaba por extensión si nuestros hijos tendrán en el futuro esa misma sensación al «reencontrarse» con gente virtual con la que hayan perdido el contacto años atrás. Yo lo he experimentado en persona en alguna ocasión –con comentaristas del blog y amigos de viejas listas y foros a quienes nunca llegué a conocer en persona– y puedo dar fe de que la sensación es bastante parecida. Así que, en el fondo, puede que tampoco sea tan diferente: una muestra más de que la vida digital y la convencional no son tan distintas –ni distantes– como a algunos les parece.
{Foto: Carlas (CC) Michael Jastremski}