Evolution of Readers (CC) John Blyberg en Flickr
Este artículo se publicó originalmente en Cooking Ideas, un blog de Vodafone donde colaboramos semanalmente con el objetivo de crear historias que «alimenten la mente de ideas».
Durante muchos años las editoriales han visto como libros, cómics y revistas se mantenían más o menos inmunes a los efectos que la digitalización de sus productos ha tenido sobre discográficas y estudios de cine y televisión.
Esto se ha debido en buena medida a que su producto ha seguido siendo analógico y a que las opciones para su consumo en formato digital no eran demasiado atractivas.
Pero el panorama está cambiando a pasos agigantados.
Por un lado, la popularización de los lectores de libros electrónicos y su mejora de prestaciones y bajada de precios está haciendo que cada vez sean una opción más considerada; si a esto añadimos el éxito del iPad, y es de suponer que pronto de otros tablets, está claro que la limitación por este lado está desapareciendo.
Por otro, y aún a pesar de la reticencia de editoriales y autores a la hora de distribuir los libros en formato electrónico a pesar de que todo su proceso de producción lo es salvo el paso final al papel, legiones de aficionados se encargan de crear versiones electrónicas no oficiales de estos.
Además, por mucho cariño y apreciación que muchos sintamos por los libros en papel, lo cierto es que el soporte no es lo que importa, o al menos lo que más importa.
Y esto lo ha entendido perfectamente Amazon, que con su plataforma Kindle permite acceder al mismo libro en formato electrónico desde diferentes dispositivos como puede ser el Kindle propiamente dicho, un ordenador con el software adecuado, o un dispositivo como un iPhone, Blackberry, o teléfono móvil con Android o Windows Phone 7.
La plataforma de Amazon es capaz además de sincronizar el punto al que se ha llegado en la lectura entre estos diferentes dispositivos, así como las notas y pasajes destacados del libro que se hayan marcado.
Apple ofrece unas características similares mediante iBooks, su tienda de libros electrónicos, aunque por el momento su catálogo de contenidos es muy inferior al de Amazon a la espera de que vaya negociando los pertinentes acuerdos con las editoriales.
También el mundo de los cómics está sufriendo esta revolución digital gracias a la citada popularización de los tablets, que con sus pantallas en color se convierten en una plataforma magnífica para disfrutar de ellos. Además, la distribución electrónica de estos permite obviar los muchos problemas de distribución física que tienen los cómics al ser considerados en algunos casos ciudadanos de segunda del mundo editorial.
Sin embargo, mientras estos avances y cambios están siendo aceptados y aprovechados en mercados como el de los Estados Unidos o el británico, donde las ventas de libros electrónicos han ido creciendo tanto que igualan o superan las de libros en papel en algunas categorías, en España las editoriales más grandes parecen dispuestas a cometer una especie de suicidio colectivo mirando para otro lado mientras todo esto se les viene encima e ignorando todo lo que podían haber aprendido con la distribución a través de Internet de música, películas, y televisión.
Es cierto que han puesto en marcha una plataforma bautizada como Libranda a través de la que distribuir su escasísimo catálogo de libros en formato electrónico.
Pero tiene la peculiaridad de que el sistema de gestión de derechos digitales que han escogido hace que sea incompatible con la plataforma Kindle, igual que lo era hasta hace muy poco con iPads y similares, algo que se ha solucionado con la aplicación Bluefire Reader, lo que los dejaba fuera del alcance de los propietarios de precisamente los dos tipos de dispositivos más populares para leer libros electrónicos.
También tiene la peculiaridad de que estas editoriales no quieren ni oír hablar del tema del préstamo de libros electrónicos en las bibliotecas. Así, mientras Amazon está a punto de empezar a introducir su plataforma en este tipo de préstamos en los Estados Unidos, en España las bibliotecas se ven obligadas a recurrir al préstamo de títulos libres de derechos de autor mientras las editoriales les dan largas o simplemente no responden.
Es como si no quisieran vender.
Afortunadamente, las pequeñas editoriales lo tienen más claro, y están apostando por el formato electrónico, cono se puede ver por ejemplo en Koomic, y todo esto sin olvidar la posibilidad que tienen hoy en día los autores de autopublicarse.
Lo malo vendrá cuando las grandes editoriales empiecen a lamentarse de lo mal que les va en el mundo digital y de lo malos que somos los lectores que no queremos comprarles nada; será el momento en el que empiecen a pedir leyes que les protejan, como han hecho otros, con toda probabilidad sin hacer la más mínima autocrítica.
Y si no, al tiempo.