Con aspecto de base de villano de James Bond, la nueva base de Rusia en el Ártico tiene un aspecto y poderío impresionante: cuatro pisos de altura, capacidad para 150 personas, autonomía de un año y medio… Le han hecho una web con un paseo virtual 3D y todo.
Su nombre: «el trébol del Ártico».
Está situada en la isla Alexandra en el archipiélago Franz Josef. Su característica más destacada es precisamente la forma triangular del edificio principal. En la zona en la que está situada se alcanzan gélidas temperaturas de hasta 58 grados bajo cero, lo que hace que haya que estar bien preparados; por ejemplo está completamente construida sobre grandes pilares para mantenerla aislada del del suelo. En sus instalaciones hay aposentos, almacenes, gimnasio y todo tipo de estancias para el entretenimiento.
La misión declarada de esta base es triple: por un lado controlar el floreciente tráfico en el Ártico, por otro garantizar la navegación de rompehielos y otros barcos y finalmente realizar labores de defensa, vigilando los submarinos y barcos armados con misiles que a veces circulan por ahí y pueden suponer una amenaza para Rusia. De hecho incluso tiene zonas de aterrizaje para servir de base a algunos cazas Su‑34, capaces de llevar armas nucleares.
Un beneficio alternativo –o principal, quién sabe– de tener esta base en un lugar tan remoto es que está asentada sobre 35 billones de dólares en yacimientos de petróleo, según han calculado los expertos, lo cual no es baladí.
Además de contar con vehículos de exploración de todo tipo también hay un buen número de perros de las nieves e incluso renos para trineos que se utilizan como medio de transporte.
(Vía Sputnik.)
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