Por @Wicho — 22 de mayo de 2009

Cuando se habla del origen de la World Wide Web normalmente se menciona a Tim Berners-Lee y quizás a Robert Cailliau, a Ted Nelson, a Douglas Engelbart, y a Vannevar Bush como aquellos cuyas ideas fueron evolucionando o sirviendo de inspiración para los que vinieron después.

Pero hasta hace muy poco apenas nadie había oído hablar de Paul Otlet, un caballero belga nacido en 1868 que, entre otras cosas, estudió profundamente el asunto de cómo reunir y organizar todos los conocimientos disponibles en el mundo.

Para ello contribuyó definitivamente a la implantación en Europa del uso de las tarjetas índice de 3×5 pulgadas que se usaban aún no hace mucho en numerosas bibliotecas, y en esa línea, con la colaboración de su amigo Henri La Fontaine, comenzó en 1885 la creación de una colección de estas tarjetas pensada para catalogar hechos y que fue bautizada como Repertoire Bibliographique Universel, el Repertorio Bibliográfico Universal, que a finales de ese año ya contaba con 400.000 tarjetas, cifra que a finales de 1934 superaría los 15 millones de tarjetas albergadas en el Mundaneum, el edificio que albergaba la colección.

Ya en 1886 organizó un servicio mediante el que el público podía enviar sus preguntas por correo y recibir copias de las tarjetas pertinentes a vuelta de correo, algo así como un Google analógico. En 1912 este servicio recibía unas 1.500 consultas al año.

Otlet también pensó en que podía existir una copia del Repertorio en las ciudades más importantes del mundo, aunque los intentos por ponerlas en marcha se vieron frenados por los problemas logísticos del copiado y la distribución de las tarjetas.

De todos modos, por muy visionarias que estas ideas puedan parecer, lo es mucho más lo que Otlet propondría en su libro de 1932 titulado «Tratado sobre Documentación. El libro sobre el libro», en el que propone un acceso al conocimiento universal en todos sus formatos (texto, sonido, fotografías, televisión, etc) desde una pantalla que se puede dividir en 2, 4 ó 10 partes:

No hace falta ningún esfuerzo de imaginación para equiparar esto que proponer a la web que conocemos y usamos hoy en día; es más, Otlet estaba incluso convencido de que acabaría por inventarse una tecnología que permitiera añadir el tacto, el olor y el gusto a estos documentos.

Su fallecimiento poco antes del fin de la segunda guerra mundial, el hecho de que ya en 1934 el gobierno belga hubiera cortado la financiación del Mundaneum, que aún así subsistió mal que bien hasta 1972 a pesar de que la ocupación nazi del país supuso la destrucción de una parte importante de su colección, además de que sus principales trabajos nunca fueron traducidos al inglés, y el que Europa tras la guerra tuviera otras prioridades son factores que contribuyeron sin duda a que el trabajo de Otlet haya permanecido durante tiempo olvidado, aunque en 1998 se abrió un museo en Mons con el nombre de Mundaneum dedicado al trabajo de Otlet y La Fontaine.

(Encontré el vídeo en Tecnoloxía.org, donde a su vez lo vieron en Illustrae.)

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